Cuadro de Carlos V, museo del Prado. Obra de Juan Pantoja de la Cruz

Álvaro González Díaz

Tal día como hoy, hace 462 años, un 21 de septiembre dejaba este mundo el rey-emperador, el César Carlos V.

El emperador más poderoso del mundo arrastraba consigo desde hacía tiempo “la gota” y desde finales de agosto de 1558 agonizaba en su lecho, retirado desde hacia algún tiempo en Yuste (Extremadura). Sin embargo, eran los síntomas de una vida ajetreada, de constante lucha por la fe, de guerras constantes contra los enemigos de España y del imperio.

El imperio de Carlos V quedaba en manos de su hermano Fernando mientras que los dominios españoles y el ducado de Borgoña eran legados a la figura de su hijo Felipe. A pesar de todo, la obra de Carlos V fue la defensa del Catolicismo y la lucha contra el protestantismo, el sostenimiento del imperio universal y católico, la lucha contra los herejes y contra los turcos así como contra los enemigos del imperio como Francia y en menor medida Inglaterra. Además Carlos V consiguió mantener su imperio y la Cristiandad gracias al mejor ejercito de la Modernidad, los Tercios Españoles. Un ejército fiel al emperador y dispuesto siempre para dar batalla allá donde se le requería.

La mayoría de los historiadores aunque reconocen el esfuerzo de todo lo que intentó Carlos V, afirman que no todo fue un balance positivo. Sin embargo, el gobierno imperial de Carlos V deja tras de sí varios hitos históricos de gran importancia, que se pueden resumir en la gran rivalidad con Francia. Francia fue el enemigo más cercano de los intereses imperiales de Carlos V. El emperador protegió siempre los intereses imperiales y dio batalla siempre a los franceses con la idea de cercarles. En la guerra contra Francia destacaríamos que la política imperial salió victoriosa en Pavía (1525) donde se captura al rey francés Francisco I y, tras esta batalla, su posterior tratado (Cambrai, 1529) en el cual se establece que Borgoña y Milán quedan definitivamente para el Imperio Español mientras que el rey francés reconocía la soberanía de Carlos V en Flandes. A pesar de todo, las guerras entre Francia y Carlos V continuaron con diversas ocupaciones de distintos territorios (acabando esta rivalidad con el tratado de Cateau-Cambrésis de 1559 ya con Felipe II). Por otro lado, la Guerra al turco. En este sentido, en  la lucha contra la amenaza del Imperio Turco Carlos V puso todos los medios que pudo e intentó convencer a sus contemporáneos de que aunaran fuerzas para ello.  De este modo, en su gobierno efectivo pretendió ser el líder de los cristianos encabezando una cruzada constante contra el turco. Los turcos fueron una amenaza constante a las costas mediterráneas. Aquí, habría que destacar las expediciones de la Goleta y Túnez en 1535 con victoria para Carlos V, la creación de una Liga cristiana que, tras la derrota naval contra los turcos en Preveza en 1538, se deshizo. Pero también los fracasos de Argel en 1541, el sitio de Niza por los turcos en 1543 o la expulsión de los genoveses de Córcega en 1553 aparte de la pérdida de Bujía y Trípoli supusieron un golpe para el emperador. La otra lucha que destacan los autores será la del sostenimiento del Catolicismo y la Reforma Protestante. Esta batalla fue constante para el emperador quien quería ser la cabeza de un imperio cristiano unido por el dogma católico. En Alemania, Carlos V combatió la Reforma y persiguió a Lutero en el Imperio hasta las últimas consecuencias pues incluso entabló una guerra para impedir la expansión del luteranismo (1546-47). La posición de Lutero abría otro frente en el imperio y Carlos no estaba dispuesto a permitir otra amenaza a la unidad imperial y cristiana, para ello, se interesó en los concilios ecuménicos. Su postura resulta comprensible en el marco de su lucha por la monarquía universal. La postura de Carlos como hombre religioso queda patente en la Dieta de Worms (1521). Aquí, Carlos mantendrá su lucha por la unidad imperial a través de la unidad religiosa siendo esto fundamental para la integración de los territorios que componen el imperio y en ello basó su vida.

A pesar de todo, las constantes luchas que mantenía por el sostén del imperio, las bancarrotas y, como afirman otros expertos, el cansancio unido a sus síntomas de la enfermedad de la gota, que arrastró hasta su muerte, fueron las causas de que se produjeran las abdicaciones de Carlos V.

Carlos comenzaba a sentirse cansado pero su concepción del imperio aunque pasaba ya a otras manos dejaba  a España como potencia hegemónica en Europa y en el mundo. En tal caso Carlos V era un emperador para la Cristiandad y preocupado por mantener la paz en su imperio, un imperio cosmopolita que albergó territorios muy dispares y aglutinó a belgas, holandeses, españoles, alemanes e italianos entre otros.

Se puede observar también que Carlos V englobó a la vez la figura del cruzado mientras encajaba muy bien en el Renacimiento y que al lado del soldado también se observa en su figura la de un político muy hábil para negociar con éxito los tratados de paz.

El balance de su gobierno por lo tanto no fue del todo positivo pues el sueño de un imperio universal bajo los Habsburgo no fue posible. Como tampoco lo fue el impedir el asentamiento de la doctrina luterana. Sin embargo, hay que destacar las luchas sin descanso contra el Imperio Otomano y el intento de cercar a Francia a la que se impondrá. Además Carlos V vio su imperio ultramarino crecer considerablemente y establecer de manera fija sus dominios en Italia.

Los últimos años del emperador fueron un lastre debido al cansancio fruto de tantas guerras y a su enfermedad. A partir de 1553 se observa la decadencia mental del emperador y su distanciamiento de la vida política e imperial. En 1553 el asedio de Metz supone un fracaso para Carlos V y es a partir de este momento cuando decide abdicar. Sin embargo, un año después con la idea de recuperar el Catolicismo en Inglaterra casa a su hijo Felipe (Felipe II) con María Tudor. Ya en 1555 abdica del gobierno de Flandes en favor de su hijo Felipe a la par que lo hacía del gobierno de los territorios imperiales en favor de su hermano Fernando. Tras ello se retira al Monasterio de Yuste, en Extremadura, tras haber abdicado de sus derechos sobre Castilla, Aragón, Sicilia y las “Nuevas Indias” en su hijo Felipe.

A pesar de ello, las abdicaciones se formalizaron con el fallecimiento en Yuste de Carlos V en 1558 debido a la decisión de los electores. Con las abdicaciones de Carlos V se decía adiós definitivamente a esa unidad que se había mantenido durante este tiempo fraccionándose el “sistema Habsburgo”. 

Por lo tanto, no hay que ver un fracaso en la Idea europea sino entender que con todos los frentes que se le abrieron a Carlos fue más bien imposible aquel proyecto debido a estas circunstancias del siglo XVI. Aun así fue el emperador más poderoso sobre el orbe, quien además dedicó toda una vida a la guerra, una guerra necesaria contra los enemigos del imperio y de la Cristiandad.

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