En nuestro calendario tenemos una serie de hitos marcados en rojo que marcan celebraciones, homenajes o recuerdos. Por supuesto, en pleno siglo XXI tenemos hasta un día para la música, un día para el sueño e incluso hasta incluso un día de la croqueta.

En este contexto, en Francia se celebra el 3 de octubre el día de los moquesteros y aquí, en España, desde la asociación 31 Enero Tercios llevamos organizando durante varios años la celebración del día de los Tercios.

La celebración de un día para los tercios, separado de otros días, sirve, especialmente, para concentrar homenajes, investigaciones, avances y recuerdos a sus figuras. Desde la asociación hemos apostado para que toda la sociedad se implicase y, de esta manera, se han hecho homenajes en estos años en Vigo, Madrid, Valencia, Sevilla, Valladolid, Córdoba, Olivares, Guadalajara… pero también en lugares lejanos que sienten la necesidad de reivindicar a esos hombres y, de este modo, la cruz del aspa de Borgoña ha lucido en Colonia, Escocia, París, Quito, Cartagena de Indias…Todo ello gracias a vosotros, que creéis que la historia tiene que ser justa y no olvidar que hubo un tiempo en el que los españoles veían la muerte como un servicio de honra.

Además, de concentraciones en todos estos lugares no hemos parado de organizar actos con los mejores especialistas en la materia como: Fernando Martínez Laínez, Magdalena de Pazzis, Hugo Cañete, Carlos Canales, David López, Alex Claramunt y muchos más, buscando que la conexión entre especialistas y aficionados. Hemos hecho viajes, hemos disfrutado de las espadas de nuestros amigos de Espadas de Toledo y luchamos para que cada año se de un paso más, este 2020 lo vamos a seguir dando todo con nuevas actividades que encontraréis en esta nuestra web próximamente.

La elección del 31 de enero como día de los tercios, obedece a una serie de premisas fundamentales que convergen en el 31 de enero de 1578. Ese día tuvo lugar la batalla de Gembloux en el que las fuerzas de la Monarquía Hispánica derrotaron a los rebeldes holandeses. Se trata de una batalla que tuvo lugar en Flandes, en aquel lugar donde poner una pica era sumamente complicado y que sirve de puntal  para asimilar los Tercios por la población. Por otro lado, en esta batalla participaron personajes de extraordinaria relevancia, tanto para los tercios como para la historia de España. Por último, otro ingrediente que hace que la fecha sea perfecta es su propio carácter de batalla olvidada. Desde 31 Enero Tercios consideramos que tenemos que acabar con el olvido, acercar a la población la figura de los tercios, sus modos de vida y sus hechos, harán que podamos entender lo que somos y explicar quiénes fuimos.

Así, pues aquí os dejamos lo ocurrido en aquel día de 1578 en las lejanas tierras de Flandes, en Gembloux donde la guerra cambió de signo en favor del bando de la Monarquía Hispánica.

La batalla de Gembloux  supone un puntal ineludible en la historia de los Tercios y la Monarquía Hispánica en Flandes.  La guerra en Flandes encuentra un punto capital en la llegada de don Juan de Austria a este territorio tras la muerte del gobernado don Luis Requesens. El conflicto se había complicado enormemente hacia 1576 y la victoria, para Felipe II, era una misión cada vez más complicada. En este contexto, el rey católico acudió a la figura sobresaliente de don Juan de Austria, quien ya había sido héroe en Lepanto y había tomado Túnez dos años antes. 

Juan de Austria recibió en Milán la orden de a hacerse cargo del gobierno de los países Bajos. Partió primero a España para saludar a su hermanastro Felipe II y emprendió después camino a Flandes llegando a Luxemburgo, única de las 17 provincias de Flandes que permanecía fiel a la corona española.  Cumpliendo el encargo de Felipe II, vista la desastrosa situación de la guerra, don Juan ordenó a todos sus soldados en las diferentes provincias que cesasen sus hostilidades contra los rebeldes y, así pues, el 17 de febrero de 1577 se firmó el edicto perpetuo, que confirmaba la pacificación de Gante. Según este edicto debían todos los soldados españoles abandonar Flandes mientras que los flamencos se comprometían a seguir bajo la autoridad de la corona española y a la salvaguarda de la religión católica.  Partieron así las tropas hacia Milán con el consiguiente descontento de los soldados, que abandonaba unas tierras en las que habían luchado bravamente dando grandes victorias a la corona española. 

Tras la firma de la paz de Gante y la salida de las tropas españolas, don Juan de Austria, de acuerdo con el tratado, debía ser reconocido como gobernador de Flandes en nombre de Felipe II. Era ingenuo pensar que Guillermo de Orange iba a respeta honestamente el acuerdo. El Taciturno comenzó a planear atentar contra la figura de don Juan e hizo todo lo posible para atacar su mando al frente de las posesiones de la Monarquía Hispánica. En este contexto, algunas provincias se volvieron a posicionar a favor del de Orange, especialmente Brabante. El reinicio de la guerra estaba servido. 

Escribió entonces don Juan a sus viejos compañeros, a los tercios viejos de Italia mediante una carta emitida el 15 de agosto de 1577, entre cuyos versos destacamos: “Venid, pues, amigos míos: mirad cuán solos os aguardamos yo y las iglesias y monasterios y religiosos y católicos cristianos, que tienen a su enemigo presente y con el cuchillo en la mano. Y no os detenga el interés de lo mucho o poco que se os dejase de pagar; pues será cosa muy ajena de vuestro valor preferí esto que es niñería a una ocasión donde con servir tanto a Dios y a Su majestad podéis acrecentar la suma de vuestras hazañas…” Cuatro meses más tarde, a finales de año, llegaban 6.000 hombres de los tercios a Luxemburgo con el tercer duque de Parma y Plasencia, Alejandro Farnesio, sobrino de don Juan Austria. La alegría de los españoles, que veían que la confianza del rey quedaba de nuevo depositada en ellos, se vio solo empañada por la repentina muerte de su apreciado maestre de campo, Julián Romero, cuando se hallaba disciplinando a los soldados para su marcha, en Cremona.  Se había trasladado ya don Juan a Luxemburgo y, asustados por verle de nuevo al frente de los tercios españoles, comenzaron los rebeldes a pedir ayuda a Francia, Inglaterra y Alemania. Ya era tarde, la maquinaria de los tercios se había puesto en marcha.

Los ejércitos se enfrentaron un mes más tarde, a principios de 1578, en Namur. Si el de los rebeldes contaba on muchos más hombres, el de don Juan estaba formado por soldados seleccionados y curtidos en múltiples batallas. Además, a su frente se encontraban varios de los generales más temidos de Europa: Mondragón, Toledo, Farnesio, Mansfeld, Martinengo, Bernardino de Mendoza, Octavio Gonzaga… y todos ellos bajo el mando del vencedo de los moriscos y del turco. El resultado era inevitable.

Desarrollo de la batalla:

La intención de los rebeldes era presentar batalla a los hombres de don Juan en el mismo Namur pero, al tener conocimiento de que el ejército real venía ya de hecho a su encuentro, decidieron retirarse a Gembloux a meditar la situación. Antes del amanecer se pusieron en marcha ambos ejércitos en busca de la batalla.

El ejército rebelde se encontraba en mal estado, con muchos enfermos. Sus líderes, George de Lalaing, el conde de Rennenberg, Philip de Lalaing, Robert de Melun y Valentin de Pardieu, estuvieron ausentes  porque asistieron al matrimonio del barón de Beersel y Marguerite de Mérode en Bruselas. El mando del ejército quedó en manos de Antoine de Goignes.

Tal confianza tenía don Juan en la victoria de sus hombres que la noche anterior mandó añadir al estandarte real que él mismo había llevado en Lepanto, bajo la cruz de Cristo, la siguiente frase: “Con esta señal vencí a los turcos, con esta venceré a los herejes”.  Octavio Gonzaga fue enviado, con algunas tropas, a entretener al enemigo hasta que llegara el grueso del ejército. A Gonzaga le salió demasiado cumplidor un capitán que empezó a hacer retroceder al enemigo. Preocupado de que esa acción forzase el ataque masivo del ejército contrario, le mandó Gonzaga al capitán un mensajero para que retrocediese. En mala hora y con mal tono llegó el mensaje. Indignado, pues pensó que se le tachaba de cobarde, Perote, que así se llamaba el capitán, contestó “que él nunca había vuelto las espaldas al enemigo, y aunque quisiera no podía” Todo ello iba provocando de forma un tanto involuntaria, que las tropas rebeldes se fueran encajonando en lo bajo y angosto de un paso en pendiente. Lo vio Alejando Farnesio, el cual  montó a caballo y se arrojó al hoyo  donde estaban las tropas rebeldes. Con el mismo ímpetu le siguieron los cabos más valerosos. Sus salvajes y repetidas cargas pusieron en fuga a la caballería enemiga. El ejército protestante trató de reagruparse, pero un cañón y su munición explotaron, causando muchas muertes y renovando el pánico. Mientras tanto, parte de las tropas rebeldes, en su mayoría holandesas y escocesas lideradas por el coronel Henry Balfour, intentaron tomar posiciones defensivas, pero no pudieron resistir a los mosqueteros y piqueros liderados por don Juan de Austria, Mondragón y Gonzaga. La victoria española fue completa, De Goignies fue tomado prisionero, junto con un gran número de sus oficiales. Se les arrebataron 34 banderas, la artillería y todo el bagaje. Mientras una parte de los que quedaron vivos no dejaron de huir hasta que llegaron a Bruselas, otra, para su perdición, pretendió fortificarse en Gembloux. No duraron mucho y se les perdonó la vida a cambio de un juramento de fidelidad al rey. 

Resultados de la batalla:

La derrota de Gembloux obligó al príncipe Guillermo de Orange a abandonar Bruselas. Al extenderse en Bruselas el rumor de la derrota de sus tropas, el Taciturno y el resto de los nobles decidieron, sin esperar siquiera a la confirmación de la noticia, retirarse precipitadamente a Amberes, donde se sentían más a cubierto. La victoria del ejército liderado por don Juan de Austria significó el fin de la Unión de Bruselas y aceleró la desintegración de la unidad de las provincias rebeldes. La batalla de Gembloux supuso el inicio de la reconquista de Flandes con la vuelta de los Tercios. Sirvió para unir en el frente de batalla a las personalidades más importantes de la historia de los Tercios. Contribuyó a levantar la moral general desgastada por el desarrollo de la guerra y, en definitiva, ha sido una batalla olvidada que representa a la perfección la acción, desarrollo, gestión y forma de actuar de los tercios que lucharon por Europa defendiendo lo que creían justo.

«Por la lucha, recuerdo y defensa de nuestra historia»
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