Álvaro González Díaz
Si hablamos de rendiciones tenemos que mencionar de manera implícita a la persona de Spínola, uno de los mejores generales de los tercios, experto en este tipo de cosas como bien sabemos.
Dentro de la Guerra de los Treinta Años, en el marco de la campaña del Palatinado, en torno a septiembre de 1621 se produce la Rendición de Juliers o Jülich. El ejército de los tercios con Ambrosio Spínola al frente toma la fortaleza de Juliers a los holandeses, tras cinco meses de cerco.
La ciudad fue ocupada por los protestantes en torno a 1610, tras la crisis de la Sucesión del ducado de Juliers-Cléveris. Entre 1609 y 1614 había estallado un conflicto entre los estados alemanes del Sacro Imperio motivado por la muerte del duque Juan Guillermo de Cléveris quien gobernaba dicho ducado. En este sentido, varias potencias se vieron involucradas entre ellas España, Francia y las Provincias Unidas de los Países Bajos como los Pises Bajos españoles, así como el Sacro Imperio. Este conflicto se debe a que el ducado se sitúa en un sitio estratégico entre Holanda, Francia y Alemania, aproximadamente al final del Camino Español. Además, este ducado tenia un gran potencial económico, era uno de los ducados más prósperos del Sacro Imperio, por lo que era de vital importancia.
En resumidas cuentas, ante el problema de Juliers, los príncipes alemanes pidieron a los Habsburgo que tomasen cartas en el asunto para pacificar la situación, ya que Francia quería influir en dicho territorio. Finalmente, para 1614 la Unión Protestante -Provincias Unidas de los Países Bajos junto a Francia- tomaron el ducado frente a las fuerzas imperiales aliadas con el principado de Lieja y el Obispado de Estrasburgo, aunque lo habían ocupado ya en 1610.
En este sentido, la rendición de Juliers, inmortalizada por Jusepe Leonardo, responde a este contexto de la recién empezada Guerra de los Treinta Años mientras que, además, se reanudaban las hostilidades entre españoles y holandeses, tras la Tregua de los Doce Años (1609-1621). La ciudad de Juliers, como se ha comentado, era la cabeza de uno de los ducados más importantes de la Renania ya que su situación estratégica la convertía en llave entre los rebeldes holandeses y los alemanes, cosa que había que evitar.
La primera confrontación oficial tras la tregua supuso todo un éxito para el General de Breda, donde mostraría sus dotes y valentía. La ciudad fue cercada. Unos 2.500 holandeses defendían aquella ciudad que, sin embargo, cayó ante la imposibilidad de recibir refuerzos. Spínola sabía hacer las cosas y no iba a permitir que aquella ciudad estuviera en manos franco-holandesas. El cerco se prolongó unos 5 meses y el tres de febrero de 1622 la plaza se rinde finalmente.
Se había estipulado una rendición honrosa, es decir, que los soldados holandeses saliesen con sus banderas, mechas encendidas, mujeres, niños, bagajes…, finalmente la salida de las tropas rebeldes se produjo sin los honores mencionados y unos 2.000 soldados abandonaban la ciudad ese día de febrero. Así, según los autores, el Cardenal de la Cueva informaba al rey Felipe IV desde Bruselas con la siguiente afirmación “han sentido mucho los holandeses la perdida de Juliers” (Israel, 1997).
Las ordenes fueron claras y las plazas conquistadas a los holandeses serian entregadas a españoles, y no a flamencos, para que las gobernasen, con el fin de asegurarse fidelidad en aquellos lugares.
Así pues, Spínola comenzaba sus andaduras con éxito y ponía fin a una cuestión que desde 1610 traía de cabeza a españoles e imperiales por la cuestión de Juliers. Un cerco que se inició el 5 de septiembre de 1621 y que concluyó el 3 de febrero de 1622, en plena Guerra de los Treinta Años y recién empezadas las hostilidades de la Guerra de los Ochenta Años entre españoles y holandeses.
En este sentido, en el mencionado cuadro de Jusepe Leonardo, visible en el Museo del Prado, se aprecia un esquema muy tradicional que rompe con los moldes de Velázquez, por ejemplo, en comparación con la Rendición de Breda, en el cual aparece un acto de sumisión, pues Spínola está a caballo mientras recibe las llaves de la ciudad por parte del gobernador, arrodillado.
Álvaro González Díaz
