Álvaro González Díaz
Tal día como hoy, hace 401 años, el 8 de noviembre de 1620 tenía lugar la Batalla de Montaña Blanca, una batalla de las mas importantes en la primera etapa de la Guerra de los Treinta Años en la que las tropas imperiales aplastaron a las tropas protestantes cerca de Praga.
Hacia apenas 2 años que había comenzado la Guerra de los Treinta Años, tras el episodio de la defenestración de Praga, el 23 de mayo de 1618. Ahora, en noviembre de 1620, tenia lugar una batalla decisiva para Europa central en la que se vieron involucradas las fuerzas imperiales y los protestantes europeos.
La mayoría del territorio de Bohemia, en torno a principios del siglo XVII era protestante. En 1609 se había reconocido la libertad religiosa en Bohemia mediante una carta del emperador Rodolfo II. Sin embargo, ahora, en 1619 era nombrado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Fernando II, católico convencido y defensor de la Contrarreforma. Pero, además de ello, se había convertido también en rey de Bohemia en 1617. Todo ello, junto a su carácter absolutista y a la imposición de la fe católica, desembocó en un conflicto religioso ya que los nobles locales temían perder la libertad religiosa de la que gozaban desde 1609. Esta situación se tornó irreversible y violenta cuando se produjo la mencionada Defenestración de Praga como protesta contra las medidas de Fernando II.
En 1619, los nobles protestantes se rebelaron contra el emperador, Fernando II, y ofrecieron la corona de Bohemia al elector del Palatinado, Federico, que ahora gobernaba Bohemia como Federico I. Todo ello hizo que la situación se tornara todavía más violenta, y es en este contexto cuando se produce la batalla en las afueras de Praga, en una colina conocida como Montaña Blanca. Una batalla decisiva para la historia de Europa Central.
Así, en 1620 el emperador Fernando II se dispuso a dar un gran golpe a Federico de Bohemia. Los protestantes habían organizado un ejército muy numeroso, entre 25.000 y 30.000 soldados rebeldes, mientras que Fernando II contó con una fuerza hispano-imperial de unos 25.000 hombres, comandados por el mariscal de campo católico hispano-flamenco Tilly. El ejercito rebelde contaba con protestantes bohemios y mercenarios alemanes, transilvanos y, en general, de gran parte de la Europa protestante, mientras que la fuerza imperial se componía de los soldados del Imperio de Fernando II, la Liga Católica alemana y el apoyo fundamental de las tropas de Felipe III de España. Así las cosas, tanto los protestantes como los católicos, tras un siglo desde que Lutero predicase su teoría religiosa, creyeron que había llegado el momento decisivo que pondría final a las disputas, la hora final.
Las revueltas que se habían iniciado y los enfrentamientos sucesivos que tuvieron lugar tras la Defenestración de Praga llegaban a su fin ahora, dos años después, en lo que se ha denominado como la fase Bohemia de la Guerra de los Treinta Años. A las puertas de Praga, tenia lugar una de las mayores batallas de Europa que daría el triunfo a las fuerzas conjuntas católicas.
El emperador había conquistado el oeste del reino de Bohemia y ahora se dirigía hacia Praga, la capital, en manos rebeldes. Las fuerzas imperiales evitaron las defensas que los rebeldes habían dispuesto anteriormente y se dirigían con toda su fuerza hacia Praga. Los protestantes, sin embargo, adelantándose a las fuerzas imperiales, tomaron una posición ventajosa en una colina, situada antes de Praga, donde pretendían hacerse fuertes. Esta colina era la Montaña Blanca y allí fue la batalla. A pesar de ello, los protestantes contaban, a estas alturas y debido al frio y a los reveses sufridos en jornadas anteriores, con un ejercito menor ya que muchos mercenarios abandonaron y los autores cifran los soldados en torno a unos 20.000.
Ante esta situación, una fuerza imperial fue enviada para tareas de reconocimiento del flanco protestante mientras los bohemios se retiraban. Viendo esto, Tilly, envió refuerzos y, mientras esto sucedía, el flanco bohemio comenzaba a desmoronarse. Así, los protestantes cargaron con su caballería contra la infantería imperial y, en aquel trance, se produjo un gran choque que causó bastantes bajas a los imperiales. Sin embargo, la situación se tornó aun mas violenta cuando Tilly envió también a la caballería imperial que cargó contra la bohemia. Con ello, los bohemios se ven obligados a retirarse. Esta situación fue aprovechada por la caballería imperial que rodeó a las fuerzas protestantes obligándoles a presentar batalla.
Los intentos por recomponer el ejercito protestante fracasaron. Este estaba muy desmoralizado. Se fueron retirando las compañías que lo componían y las fuerzas imperiales ganaron terreno. Las fuerzas rebeldes fueron desplazas hacia el Palacio de las Estrellas, en el oeste de Praga, donde intentaron sin éxito una ultima defensa.
La crónica de este episodio muestra mas bien la escena de una escaramuza en vez de una batalla ante tal situación de deshonor ya que los bohemios intentaron rehuir la confrontación con las tropas imperiales en varias ocasiones, muy desmoralizados y sin organización, además de retirarse la mayoría de sus soldados.
El ejercito bohemio no era rival para el emperador, como se ha visto, y la batalla, según los autores, duró una hora y media pero que, sin embargo, dejó al ejercito bohemio destrozado. Las bajas de este se contabilizan en torno a 4.000 soldados muertos y capturados frente a las 700, aproximadamente, que contó el ejército imperial.
En este sentido, el ejercito protestante no supo aprovechar la ventaja que le ofrecía su posición elevada sobre la Montaña Blanca ya que, de haber aprovechado aquello, la situación podría haberse equilibrado. La desmoralización del ejercito bohemio se debe, en gran parte, como apuntan muchos autores, a la situación por la que atravesaban los mercenarios que, al no recibir el sueldo prometido, cuando el ejercito imperial lanzó el choque frontal, estos, se dieron a la fuga en vez de plantar cara.
Tras esta batalla, el ejercito imperial restableció el catolicismo en el reino de Bohemia y, además, marcó el inicio del ascenso de Austria como potencia en la Europa Central, una hegemonía que se asentará durante unos tres siglos.
Cuando Tilly entró en Praga, la revuelta terminó. El rey Federico se exilió, pasando a ser conocido como el “rey de invierno” debido a su corta duración en el trono, y de los 47 lideres juzgados, 27 fueron ejecutados en la plaza “del barrio antiguo” de Praga. Según los autores, cinco sextas partes de la nobleza de Bohemia se exiliaron tras La Montaña Blanca, siendo sus propiedades confiscadas.
Fernando II, a partir de 1621, ordenó a todos los protestantes a convertirse al catolicismo o, por el contrario, a abandonar el reino y en 1622 prohibió la fe luterana.
A pesar de la victoria aplastante contra los protestantes, la Guerra de los Treinta Años continuó, pues todavía quedaba un gran ejercito protestante en Silesia y Moravia, que continuaría la lucha contra el emperador hasta 1623.
Álvaro González Díaz
