Álvaro González

Tal día como hoy, un 19 de Mayo de 1643, hace 378 años, tuvo lugar la batalla de Rocroi.

En Rocroi se presentaron dos poderosos ejércitos. Por un lado, el ejército francés al mando Luis II de Borbón-Condé, Duque de Enghien, compuesto por unos 23.000 soldados y el ejército español a las órdenes del portugués Francisco de Melo, capitán general de los tercios de Flandes, compuesto por aproximadamente 20.000 soldados. La batalla duró aproximadamente unas seis horas y comenzó al amanecer de aquel día, de aquel 19 de mayo de 1643. 

La batalla de Rocroi se ha presentado tradicionalmente como el declive de los Tercios Españoles y de la hegemonía española en Europa, sin embargo, la historia es muy caprichosa y a veces no es necesario agrandar la leyenda negra sino que basta con analizar la historia, y como se mostrará a continuación Rocroi no es el final de los Tercios ni mucho menos de la hegemonía española en Europa. 

Contexto histórico

La batalla de Rocroi no puede ser entendida sin su contexto histórico más cercano, la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648). En este sentido, la Monarquía Hispánica todavía mandaba sobre el orbe y no pocos eran los enemigos directos que querían acabar con su hegemonía. La Guerra de los 80 Años en un primer momento se conoció como la guerra de Flandes para los españoles o Guerra de la Independencia para los holandeses. Sin embargo, España luchaba no solo contra las Provincias Unidas de los Países Bajos sino también contra las demás potencias en lo que se conoció como la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) sobre todo contra Francia e Inglaterra y demás naciones que se involucraron viendo una posibilidad de llevarse su trozo del pastel a costa de estas guerras.

Así, España se desangraba en una guerra que parecía infinita mientras los recursos económicos comenzaban a escasear. Ante esta situación, España entró en guerra abierta con Francia en la que su frente principal se trasladó a la frontera entre ambas naciones. Todo ello mientras España sufría la Crisis interna de 1640, que casi le cuesta la desintegración de la Monarquía Hispánica. En este sentido, durante 1640 estallaron sucesivas revueltas en Portugal y Cataluña, propiciadas en gran medida por las medidas político-económicas del Conde-duque de Olivares y que se vio agravada por la intromisión de la Francia del Cardenal Richellieu.

Para desquitarse de la presión francesa sobre los territorios del Franco Condado y Cataluña, España invadió el norte de Francia, junto a la frontera belga, sitiando la ciudad de Rocroi en las Ardenas. Con ello, desplazaría la atención francesa hacia aquella zona, descongestionando la situación que había en España. Esta maniobra había sido probada con anterioridad en 1641, sobre todo en Honnecourt y Lens en las que los galos salieron derrotados. Sin embargo, en esta ocasión, Melo se apresuró demasiado.

Enghien, alertado de las intenciones españolas, se dirigió rápidamente hacia Rocroi para romper su cerco y plantar batalla en campo abierto. Todo ello, mientras Melo y los Tercios esperaban la ayuda de unos 4.000 soldados de Juan de Beck, que, a marchas forzadas, venían desde Luxemburgo. 

LA BATALLA

La maltrecha y ajironada bandera blanca con el aspa roja se mantenía al viento, acribillada a balazos de plomo. Los franceses continuaban su escabechina pero los españoles respondían vendiendo cara su piel. Era un 19 de mayo de aquel 1943 y los españoles resistían en aquel campo solitario.

Enghien contaba con 16.000 infantes y 7.000 jinetes (unos 23 000 hombres en total), según los autores, aparte de 12 piezas de artillería, mientras que Melo disponía de unos 22.000 hombres y 24 cañones, contando además con el refuerzo de Jean de Beck, que desde Luxemburgo vigilaba la frontera con unos 3.000 infantes (incluido el Tercio de Ávila) y 1.000 jinetes.

En este sentido, los españoles, intuyendo que los franceses irían a socorrer el fortín, formaron de manera clásica, es decir, con la infantería en el centro y la caballería a los lados disponiendo de artillería en el frente. No fue así, sin embargo, ya que los franceses, contra todo pronóstico, presentaron batalla y su disposición fue la misma que la de los españoles.

Los franceses se desplegaron con dos líneas de infantería en el centro, la caballería en cada lado de la infantería protegiendo los flancos, mientras disponían de una línea de artillería al frente. En el centro se ubicaba L´Hopital y comandando los flancos La Ferté por el izquierdo y Gassion por el derecho, mientras el marqués de Sirot aguardaba en la retaguardia.

En el bando imperial, los tercios españoles estaban en vanguardia, en primera línea de fuego, todo un privilegio que era codiciado por los españoles por ser estos tropas de elite. Tras ellos, los tercios italianos mientras que en la retaguardia se situaban los valones y alemanes, al mando del conde Paul-Bernard de Fontaine (general de 66 años al servicio de España). La distribución de la caballería se situaba también a ambos lados de la infantería. Así el ala derecha era dirigida por el conde de Isenburg mientras que la izquierda por el duque de Alburquerque. También delante de todos se situaba la artillería.

Durante los días anteriores a la batalla ambos ejércitos se situaban muy próximos. Sin embargo, según las crónicas, un desertor, quizá de origen francés, avisaría a Enghien sobre la inminente llegada de refuerzos españoles que dirigía Jean de Beck. Este hecho, provocaría que los franceses de madrugada, el 19 de mayo, atacasen a los españoles.

El cuadro español carecía de un orden disciplinado, como se ha visto otras veces, y esto fue aprovechado por Enghien que dispondrá el grueso de su caballería en el flanco izquierdo para envolver a las tropas españolas.

A pesar de ello, los franceses moverían ficha primero. El comienzo francés fue bastante deficiente pues al mismo tiempo se mandaron dos cargas de caballería francesa contra los flancos enemigos. Estas, fueron rechazadas por los españoles en ambas ocasiones y quedó bastante dañada. Tras ello, la caballería española se replegó, llegando a la primera línea francesa y consiguió capturar algún cañón enemigo. Aquí, relatan los autores que Melo perdió una gran oportunidad pues tras esta acción se podría haber decidido la batalla del lado español, sin embargo, Melo no envió a la infantería.

Por ello, Enghien consiguió reorganizarse y volvió a enviar a la caballería. Esta vez sí logró poner en retirada a los españoles. Con esta acción, se aniquiló a medio millar de arcabuceros que se situaban en un pequeño bosque. Estos fueron envueltos por el ataque francés de la caballería. Nuevamente, Fontaine ordenó que la infantería imperial mantuviera sus posiciones.

La caballería de Alburquerque logró avanzar y tuvo a un palmo a la artillería francesa en dos ocasiones. Lamentablemente, los jinetes de Gassion fueron ganando terreno y los de Alburquerque se vieron obligados a batirse en una desordenada retirada. Tras ello, los franceses chocarían con la infantería española que aguardaba en la vanguardia de ese flanco. Según los autores, aquí sucederá un terrible y sangriento combate, en el que perdieron la vida conde de Fontaine y los comandantes de Tercio el Conde de Villalba y Antonio de Velandia.

Melo, viendo el peligro, intentó reagrupar a la caballería del flanco izquierdo y a duras penas lo consiguió, pues esta se rehízo y cargó nuevamente contra los franceses. A pesar del esfuerzo, los franceses mandaron a la infantería en ayuda de su caballería y los de Alburquerque se tuvieron que dispersar otra vez.

Tras ello, los franceses cargarían acto seguido contra los tercios alemanes y valones que, al carecer de caballería que les apoyase, sufrieron grandes pérdidas.

La Ferté, por otro lado, desviaba su ala izquierda para evitar el barrizal y un pequeño lago, mientras se exponía a la caballería imperial de Isenburg, quien evidentemente aprovechó la ocasión y aplastó a la caballería de La Ferté, que aparte de recibir tres balazos cayó prisionero. Tras esto, la caballería de Isenburg siguió avanzando hasta la artillería francesa, la cual fue capturada. A pesar de todo, los españoles continuaban disparando con su artillería, 24 cañones, mientras los franceses carecían de ella.

Sin embargo, la batalla rápidamente cambiará de signo y la balanza se inclinará del lado francés. En este aspecto, Enghien toma el resto de la caballería francesa y atraviesa el centro del ejército de Francisco de Melo. Con ello, consiguió separar, por un lado, a la infantería de la caballería a la par que derrotaba a la caballería de Isenburg.  

Con esta acción, los tercios italianos comenzaron a retirarse, mientras los refuerzos no llegaban. La orden de Melo fue contundente, resistir. Pues aún mantenía la esperanza de que la infantería de refuerzo acudiera en seguida.

Mientras este caótico combate tomaba forma, los soldados de los cinco tercios españoles se reagruparon con la idea de no ceder ni un paso de terreno. Formaron un gran rectángulo de picas y consiguieron rechazar al enemigo durante las primeras cargas francesas. Cabe decir que estas dos primeras cargas de la caballería francesa fueron un contundente desastre que casi le cuesta la vida a Enghien. Sin embargo, los españoles se quedaron sin pólvora y en la tercera carga, los franceses lo percibieron. Los tercios, aun así, aguantaron otras tres cargas sucesivas, a pesar de que la caballería había abierto varias brechas en aquel cuadro de picas españolas.  La infantería francesa se aproximaba y había conseguido recuperar algún cañón. La situación era insostenible para los españoles, quienes resistían como jabatos sin ceder apenas nada.  Apenas quedaban dos tercios que recibían retales de los demás. Estaban maltrechos y moribundos, pero tras rechazar varias rendiciones honrosas seguían en pie. Según los expertos, se intentó negociar rendiciones honrosas con términos muy ventajosos para los españoles, un intento conveniente ya que los franceses temían la llegada de Beck.

La resistencia se mantendría durante un tiempo hasta que no quedó más remedio que aceptar la capitulación. Se acordó que aquellas “murallas humanas” que habían resistido con uñas y dientes salieran en libertad con sus banderas desplegadas y conservando sus armas.

Melo sobrevivio con apenas 3.000 infantes ya que unos 5.000 yacían muertos sobre aquellos campos de Rocroi, siendo la mitad de ellos españoles, mientras el resto había desertado o se encontraba prisionero. Además, se perdieron los 24 cañones y la tesorería del ejército que muchos autores cifran en 40.000 escudos. Sin embargo, no todo queda ahí. Las cifras de los franceses son también espeluznantes dejando unos 4.000 muertos. Esta batalla le costaría a Enghien algo más de un mes para poder recuperarse militarmente.

Tras Rocroi, España comienza a dar síntomas de debilidad, aunque sin embargo continuará firme hasta el año 1.700. Tristemente en Rocroi se perdió el grueso de la fuerza especial y veterana, los Tercios Viejos.

Repercusiones

La repercusión de esta derrota se debe a la historiografía extranjera, sobre todo a la francesa. Pues se ha venido afirmando que Rocroi marca el inicio del declive español y, sin embargo, no fue así. Los tercios aún mantuvieron un alto grado de eficacia y su aportación militar en las campañas contra Francia proporcionó algunas victorias significativas, como la de Valenciennes. Habría que situar el declive militar español en la batalla de Las Dunas en torno a 1658.

No hay que restar protagonismo a los tercios españoles en Rocroi ya que defendieron el terreno a muerte, cada palmo y cada centímetro causando unas 4.000 bajas a los franceses. Sin embargo, la historia, nuevamente caprichosa, se ha cebado con nuestros hombres quitándoles protagonismo y eficacia en esta batalla. Cierto es que la aureola de invencibilidad de los tercios ya no era la misma y que Francia comenzaba a abrirse paso en aquella Europa española.

Mientras Francia tomaba protagonismo con Luis XIV, España decaía en todos los frentes, y es por ello, quizá, que se haya tomado Rocroi en 1643 como el punto de inflexión en la historia de la Monarquía Hispánica y de los tercios. Aunque estos todavía darían mucho que hablar, sobre todo contra Francia a la que derrotan en Tuttlingen a finales de este mismo año. Sin embargo, Rocroi sirvió también para que España reconociese la Independencia de Holanda unos años más tarde.

La derrota de Rocroi se explica también por la crisis por la que atravesaba España en aquel momento, crisis internas, independencia de Portugal, guerra contra Holanda y Francia… El comercio en América comienza a ser explotado por Francia, Inglaterra y Holanda y España entra sucesivas bancarrotas. Además, Melo no calculó la repercusión de la batalla y no esperó a los refuerzos de Beck que venían de camino, mientras los franceses habían asimilado la forma de combate español y les hacían frente. Tampoco se fortificaron las zonas para poder retirarse ni se cubrieron los flancos por los que podrían atacar los franceses. Un error en el exceso de confianza que les costó la derrota frente al ejército francés que temblaba ante la defensa española.

Se ha dicho también que el origen de Melo, portugués, pudo influir en la derrota de los tercios debido a que Portugal estaba en rebelión contra la Monarquía Hispánica, sin embargo, estas afirmaciones, a priori, son conjeturas.

Lo cierto es que en Rocroi se juntaron muchos factores decisivos para los tercios y para los franceses. El largo viaje, el cansancio del viaje favorecido tanto por el trayecto como por las prisas y la falta de descanso de los soldados; el terreno y el mal planteamiento de una batalla que, de haber esperado a los refuerzos que venían de camino, sin duda habría cambiado el curso de la historia. A pesar de todo, leyenda rosa aparte, los españoles se mantuvieron firmes y defendieron cada palmo del terreno causando muchísimas bajas.

Rocroi no cambia nada en el escenario europeo e excepción que es una derrota de la que se ha hecho mucha publicidad. Aun así los tercios siguieron cosechando victorias y combatiendo llevando el honor a la cabeza contra los enemigos de España.

BIBLIOGRAFIA

ESPARZA, JOSE J., Tercios, La esfera de los libros, Madrid, 2017, pp. 331-338

MAFFI, D., Los últimos tercios. El ejército de Carlos II, Desperta Ferro ediciones, España, 2020

VILLEGAS GONZALEZ, A., Hierro y plomo, glyphos, Valladolid, 2014, pp. 141-143

VV. AA., Grandes batallas españolas, Tikal, Madrid, 2013, pp. 141-145

VV. AA., Los Tercios saben morir, Ediciones Hoplon, Alicante, 2015, pp. 83-96

PELICULAS

DIAZ YANES, A. (Dir.), Alatriste, 20th Century Fox, 2006

«Todas las picas suman, únete al cuadro»
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