A lo largo de los últimos años, los tercios han hecho correr ríos de tinta como prueba la abundante producción literaria que gira en torno a ellos. Han conseguido atraer a numerosos lectores, y no sólo a través de sus gestas, que son cada vez más conocidas, sino a través de unos rasgos que los caracterizan y que los hacen únicos dentro de los ejércitos europeos de la época. Y es que a diferencia de otras tropas, los Tercios van a definirse en torno a 3 conceptos fundamentales, honor, orgullo y disciplina. Tres pilares sobre los que se asienta su identidad, y por los que siguen siendo conocidos y admirados siglos después.

            Honor.

            Si hablamos de la mentalidad del soldado de los tercios, hay que aludir a su sentido del honor. Se trata de un concepto que va a estar ligado a la defensa de la fe católica, a la lealtad, a la disciplina, a la obediencia, y naturalmente, a la figura del rey (Carboneras, 2020, p. 109). En el honor del soldado también se va a encontrar su fama y su reputación, factores fundamentales que a veces les podían conducir a conflictos con otros soldados. Las acusaciones de cobardía entre ellos suponían una gran afrenta personal, pues el honor quedaba en entredicho, y a veces esto podía llevar a enfrentamientos que las autoridades intentaban impedir para evitar males mayores (Carboneras, 2020, p. 109).

Composición de Jordi Bru

            Tal y como continúa Carboneras (2020), “el honor está íntimamente conectado con la actitud militar”. El soldado de los tercios se lanza a la batalla en busca de acrecentar su honor y fama. A mayor honor, más posibilidad de obtener gloria, riquezas u ascensos. Pues no debemos olvidar que en los tercios imperaba la meritocracia, y aquellos que lograsen grandes hazañas, podían ver elevar su estatus social, y en definitiva, su honor (p. 110).

            Esparza (2017), nos resume con claridad lo que implicaba formar parte de la tropa:

            El soldado que se alista en los tercios no presta juramento de lealtad al rey, ni falta que hace: va a entrar en una casa donde la lealtad se presupone. […] Donde cada individuo es un caballero en lo tocante a su honor y la sola pertenencia al grupo     es timbre de prestigio (p. 97).

            Orgullo.

            Cuando hablamos de orgullo dentro de los tercios, a menudo solemos asociarlo con arrogancia o altanería, rasgo del que hacían gala en múltiples ocasiones. Bien lo sabe el autor Pierre de Brantôme, aventurero francés del siglo XVI que tras varios contactos con numerosos soldados de los tercios, aseguraba que no había nación más fanfarrona que la española (Moa, 2005, p. 13).

            El autor hace todo un repaso a las bravuconerías de estos soldados, que no se dejaban amilanar ante nadie, que respondían con ingenio a quienes les menospreciaban, y que no dudaban en mantenerse erguidos hasta en la derrota. Así lo cuenta el propio Brantòme que llegó a conocer incluso a Julián Romero que vivió una situación comprometida al verse sitiado en la ciudad de Dinant, donde sus enemigos le presionaron para rendirse y poder salir así con su tropa sanos y salvos. A lo que según Brantòme, Romero contestó “que mas presto queremos morir con las armas en las manos, que salvarnos sin ellas como soldados bellacos” (Moa, 2005, p. 113). Y es que esta renuncia a rendirse a pesar de lo cruda que se presentase la situación, fue una constante en la trayectoria de los Tercios.

Cuadro de Augusto Ferrer Dalmau

            Podemos observar esta actitud en la defensa de Castelnuovo, que enfrentó al Tercio de Francisco Sarmiento contra el poderoso ejército otomano. A pesar de la enorme superioridad numérica de los turcos, y de las constantes ofertas de rendición de Barbarroja, Sarmiento se negó a rendir la plaza. Después de un tiempo de deliberación, la respuesta española fue clara: “resolvieron que preferían morir en servicio de Dios y de su majestad y que viniesen cuando quisiesen«. Francisco de Sarmiento, fue más directo: “Vengan cuando quieran” (Crespo-Francés, s.f, p. 29).

            La actitud de los tercios ante las ofertas de rendición siempre fue firme, aunque eso implicara la aniquilación de la mayor parte de la tropa. Como sucedió en el asedio de San Telmo durante el sitio de Malta en 1565, o en la batalla de Rocroi, donde se cuenta que tras la derrota, un oficial francés se acercó a un soldado español para preguntarle cuántos españoles habían combatido, a lo que el soldado respondió “Contad los muertos” (Esparza, 2017, p. 336).

            Sea real o no, a Pierre de Brantôme le hubiera parecido sin duda una digna bravuconada española. Puesto que a pesar de todo lo perdido, el orgullo de aquellos soldados se mantenía incólume.

            Disciplina.

            Otro rasgo que causó admiración entre los ejércitos de la época fue la inquebrantable disciplina que los soldados de los tercios mostraron a la hora de combatir. Y es que los temidos cuadros de infantería eran capaces de mantenerse firmes, sin desfallecer, ante los constantes embates de los enemigos. Prueba de ello es el tercio de Rocroi, del que el escritor francés Bossuet escribió “Restaba esa temible infantería del ejército de España, cuyos grandes batallones cerrados, semejantes a torres, mas torres capaces de cerrar sus brechas, permanecían inconmovibles en medio de la derrota y abrían fuego en todas direcciones”. Tal fue la férrea resistencia que mostraron los españoles, que los franceses llegaron a ofrecerles una capitulación honrosa que sólo estaba destinada a las plazas fuertes. No exageraba Bossuet al definir aquellos cuadros de infantería española como auténticas torres inamovibles (Primo Jurado, 2016, p. 222).

            Otros ejércitos de la época también tuvieron su encuentro con la tenaz disciplina de los tercios. El por aquel entonces invencible ejército sueco, vio cómo se desmoronaba su mito de imbatibilidad en la colina de Albuch durante la batalla de Nördlingen ante las picas españolas. Hasta quince cargas llegaron a rechazar los soldados de los tercios, en todo un ejemplo de resistencia (Esparza, 2017, pp. 326-327).

            Los propios alemanes dejaron testimonio de aquellos cuadros impenetrables, “los españoles peleaban como diablos y no como hombres, estando firmes como si fueran paredes”. De hecho, se cuenta que tras la contundente derrota, el coronel sueco afirmó “Nunca nos habíamos enfrentado a un soldado de infantería como el español. No se derrumba, es una roca, no desespera y resiste paciente hasta que puede derrotarte» (Gumiel, 2020).

            Vale la pena mencionar que los tercios no sólo hacían gala de su ejemplar disciplina en medio de la batalla, sino que también lo hacían en medio de los motines. Y es que cuando los soldados se amotinaban lo hacían de forma organizada y con unas pautas muy claras y concisas. Un proceso reglamentado que se ha llegado a denominar “desobediencia organizada” (Esparza, 2017, como se citó en Parker, 2006). Aunque otras tropas de la época se amotinaban ante la falta de pagas y se negaban a combatir hasta que cobrasen, los soldados de los tercios no dudaban en entrar en combate si el resto de sus compañeros se encontraban en peligro.

            Como hicieron los soldados amotinados en la ciudad de Alost, que enterados de que sus compatriotas estaban siendo asediados en Amberes, no dudaron en ir a socorrerles. (Moa, 2005, p. 183). A estos amotinados se les unirían más tropas de refuerzo para ayudar a los asediados, y cuando éstas les pidieron descansar para tomar algo de alimento, la respuesta de los amotinados fue propia del talante de los tercios: “Venimos con propósito cierto de victoria, y así hemos de cenar en Amberes, o desayunar en los infiernos” (Esparza, 2017, p. 223).

            Conclusiones.

            No debemos ver los valores de honor, orgullo y disciplina como elementos desconectados entre sí, sino como un conjunto que se hacía rotundamente visible cuando los tercios se presentaban en un campo de batalla. Al final y al cabo, tal vez el honor, el orgullo y la disciplina fueron los rasgos que siempre caracterizaron a los tercios porque se trataba de algo que no podían arrebatarles. Podían pasarse años sin cobrar sus pagas, vivir en condiciones deplorables, verse abogados a desangrarse en Flandes, ser criticados duramente por sus enemigos, y a menudo de forma hipócrita, y ver cómo eran incluso olvidados por unos gobernantes atosigados de problemas. Sin embargo, a pesar de todos aquellos inconvenientes que a la larga se hicieron insostenibles, el honor, el orgullo y su férrea disciplina, supuso para los tercios su verdadero bastión inexpugnable.

Bibliografía.

Carboneras, J. V. (2020). España mi natura. Vida, honor y gloria en los Tercios. Edaf.

Crespo-Francés, J. A. (s.f). La defensa de Castelnuovo por el Tercio Viejo de Sarmiento en Julio de 1539. Consultado en www.elespiadigital.com

De Bourdeille, P. (2005). Bravuconadas de los españoles (P. Moa, ed. y trad.). Áltera.

Esparza, J. J. (2017). Tercios. La Esfera de los libros.

Gumiel, J. C. (2020, 2 de abril). ¡Vamos a salir de esta, porque somos unos guerreros infatigables!. COPE. Consultado en https://cutt.ly/KIcWUvr

Primo Jurado, J. J. (2016). Grandes Batallas de la Historia de España. Almuzara.

[Imagen de portada y foto 2, obra de Jordi Bru; foto 3, pintura de Augusto Ferrer Dalmau]

«Todas las picas suman, únete al cuadro»
Si te ha gustado este contenido, ¡compártelo!
Síguenos en nuestras redes
Facebook 31 Enero Tercios
Archivo Artículos
Filtrar por categorías