Álvaro González Díaz
A menudo, mientras transcurren las guerras, se desarrolla paralelamente a ellas toda una inventiva y evolución tecnológica que transforman la manera de hacer la guerra y con ello la sociedad. En este sentido, la implantación de los Tercios españoles en el siglo XVI como la mejor infantería del ejército de la Monarquía Hispánica trajo consigo no solo a los mejores soldados y generales, ni al ejército profesionalizado, no. La implantación de los tercios y su consecuente fama, trajo consigo también el ingenio y el valor, avances e innovaciones hasta ese momento jamás vistos. Habría que destacar las encamisadas y la guerrilla, el Camino español, el puente Farnesio…, entre otros tantos avances.
Fueron los mejores gracias al ingenio y disciplina de sus soldados y oficiales, gracias al coraje y valor de todos ellos, pero fueron los mejores de su tiempo debido a la imaginación y la inventiva que desarrollaron para ganar batallas, siendo inferior en número muchas veces. Este es el caso del mencionado Puente Farnesio, toda una audacia que se desarrolló en el Sitio de Amberes (1584-1585) en la Guerra de los Ochenta Años.
Antecedentes
El problema con Amberes no era nuevo pues en noviembre de 1576 había sido sitiado por los españoles, en lo que la Leyenda Negra caracterizó de Furia española. Amberes, por esta época, como señala Cervera (2015), era una de las más importantes urbes europeas, una ciudad mercantil y comercial, de gran prestigio y cosmopolita. Era, como establece Esparza (2017), el lazo físico entre Brabante y Flandes, pero sobre todo el núcleo de la oposición flamenca a la corona española.
La oposición a la corona española se alentaba desde las elites financieras y comerciales en Flandes, aprovechando la coyuntura y crisis de la corona española. Aparte, los soldados de la Monarquía Hispánica llevaban meses sin percibir sus salarios. En esta amalgama en la que se juntó todo, los españoles se amotinaron desatando la furia española –desobediencia organizada (Esparza, op. cit.)- provocando una caótica situación en Flandes.
Por esta época, España había entrado, o estaba entrando, en otra bancarrota y los soldados hacía varios meses que no cobraban y, posiblemente, estarían hambrientos como apunta Quatrefages (2013). Se podría establecer que las carencias económicas de la Monarquía Hispánica desembocarían en la acentuación de los problemas de motines y rebeliones –como ocurría en todos los ejércitos de todas las épocas, pues los motines no eran cosa única de los españoles-. Un añadido a esta situación es que además, el gobernador de los Países Bajos por aquel entonces, Luis de Requesens, acababa de morir, un hecho fundamental y de vital importancia debido a que la figura de este personaje era importantísima a la hora del mantenimiento de la paz y evitar rebeliones innecesarias, era un diplomático como diríamos hoy.
Debido a estos factores, crisis económica y falta de dinero, la intención de evitar así amotinamientos y una guerra larga, Felipe II quiso actuar rápido, de manera expeditiva, y con ello evitar una guerra de desgaste. Al no llegar soldados de reemplazo y tras la bancarrota de 1575, los soldados se empezaron a amotinar en zonas de Flandes estallando la situación el 4 de noviembre de 1576. Dentro del caos en el que andaba sumida la monarquía española la ciudad de Amberes sufrió un gran saqueo en las que fueron protagonistas las tropas del rey Felipe II. A partir de este episodio la Leyenda Negra lo tachó de Furia Española. Sin embargo, se juntaron muchos factores, como destaca Cesar Cervera (Op. Cit.), entre los que hay que destacar un incendio que arrasó la ciudad. A pesar de ello, los motines fueron una constante, como el que hubo en la ciudad de Aslst ese mismo año. En este contexto se inscribe la guerra que los rebeldes holandeses iniciaron para expulsar a los españoles, ya fuese población civil o militar, de los Países Bajos, en ese contexto se inició la toma del castillo de Amberes.
En aquel año de 1576 unos 20.000 rebeldes holandeses hacen aparición en Amberes, ciudad defendida por los españoles de Sancho Dávila. Además, unos 1.500 españoles, los cuales se habían amotinado en la mencionada Aalst, acudieron a toda prisa para socorrer Amberes. La situación se hizo insostenible el 4 de noviembre de aquel año con unos españoles “furiosos”, según los autores, que llevaban meses sin cobrar y estaban hambrientos.
Los holandeses triplicaban a los españoles en número, sin embargo, estos se lanzaron a la defensa de Amberes con el pretexto de socorrer a Dávila. En este aspecto, como bien cuenta Pedro García, tanto sitiados como amotinados españoles se lanzaron al ataque por las calles de Amberes haciendo correr a cuanto holandés había por allí. Aunque muchos holandeses huyeron otros se refugiaron en el ayuntamiento mientras repelían a los españoles que llegaban. Ante tal situación, los españoles prendieron fuego a l ayuntamiento de Amberes y el incendio se propagó por toda la ciudad. Tras este caos monumental que imperaba en Amberes, los españoles, hambrientos, decidieron saquear la ciudad en donde los muertos, según los autores, se contaban por centenares.
Tras este episodio, hubo gran indignación y el mismo 8 de noviembre se firmó la pacificación de Gante en la que se exigía la salida de esta zona de los españoles. Una salida que se tuvo que aceptar para no perder la totalidad de las Provincias Unidas. Este incidente tiró por tierra el trabajo logrado durante años y contribuyó a alimentar la Leyenda Negra, pues como ya se ha mencionado este hecho fue conocido por La Furia Española. Las tropas españolas además estuvieron un par de años actuando de manera indisciplinada debido a la tardanza en el nombramiento del Duque de Alba como gobernador de las Provincias Unidas. Amberes, tras este incidente, con el paso del tiempo se convirtió en cabeza cultural de la contrarreforma católica.
Entre el 3 de julio de 1584 y el 17 de agosto de 1585, en medio de la Guerra de los Ochenta Años, se produjo el asedio de Amberes por parte de las tropas españolas, un éxito decisivo que permitió, a su vez, cercar varias ciudades estratégicas como Gante, Terramunda, Dunkerque, Zutphen, Brujas, Nieuwpoort, Alost, Bruselas o Nimega, entre otras, que mientras se decidía el asedio se iban conquistando. Una de las más importantes ofensivas españolas durante esta guerra, ya que en apenas dos años se culminó con la recuperación del territorio rebelde.
Amberes era la principal ciudad de las 17 Provincias de los Países Bajos, como se ha mencionado la ciudad más prospera comercial y financieramente hablando, una gran urbe abierta al mundo y el principal centro económico. Por esta época tenia aproximadamente unos 100.000 habitantes.
La ciudad de Amberes se consideraba inexpugnable debido a su gran defensa y emplazamiento. Era un enclave protegido por diez baluartes y un amplio foso inundado, pero además tenía la defensa natural del rio Escalda. Sin embargo, el ingenio del gran Alejandro de Farnesio rompió con la fama de la ciudad. En este sentido, Farnesio mandó construir un puente que atravesaba el rio de unos 800 metros de largo y 4 de ancho. Los autores coinciden en que esta obra de ingeniería militar solo se comparaba a la realizada por Julio Cesar sobre el Rin –aunque este puente era más pequeño-.
Aunque las cifras no son exactas, durante el año que costó llevar a cabo el asedio, los autores establecen que las fuerzas en combate, una constante a la que estamos acostumbrados en la historia de España y sobre todo en la historia de los tercios españoles, eran desiguales. Las fuerzas rebeldes contaban con casi toda la población activa y unos 60.000 soldados, como establece Tucker (2011), es decir, unos 150.000 efectivos que defendían la ciudad, aproximadamente. Las fuerzas españolas, sin embargo, según Giménez Martin (2005) eran de unos 10.000 soldados de infanterías y unos 1.700 jinetes.
El Asedio de Amberes
Como se ha visto, la situación en Amberes no era nueva, ni mucho menos. En este sentido, las rivalidades y estallido de revueltas y motines contra España derivaron en una larga guerra, siendo Amberes el centro de las miradas políticas y militares.
Tras la muerte Don Juan de Austria, Alejandro de Farnesio fue nombrado gobernador de los Países Bajos, bajo la soberanía de Felipe II[1]. Farnesio carecía de trayectoria militar amplia, como estable Cesar Cervera (2017), sin embargo, desempeñar aquel puesto no fue un impedimento para un hombre audaz y valeroso como era Farnesio. Se trataba de pacificar las Provincias rebeldes, ya que todas las provincias, incluso las católicas –exceptuando Luxemburgo-, se habían rebelado contra la autoridad real española. A pesar de todo, el general no tardó en demostrar quién era y por qué estaba en aquel puesto. Su rápida campaña militar y consecuentes victorias hicieron posible que el general alcanzase fama y una gran posición.
De las 17 provincias, solo 3 se mantenían fieles al rey (Cervera, 2017). Los rebeldes tenían la moral alta y creían que la guerra estaba, por aquel entonces, de su favor. Farnesio, recién nombrado Gobernador de Flandes dejó las cosas claras desde el primer momento, su tacita se resumía en actuar rápido y sin dar un respiro al enemigo, “a degüello contra los rebeldes” como establece Villegas González (2012). En este sentido, Farnesio no tardaría en mostrar al mundo la brillantez de su mente y estrategia militar. El objetivo era Bruselas y Amberes.
Para ello envía a Mondragón a desmantelar las ciudades holandesas entre Maastricht y la frontera alemana. Mientras esto ocurría, Farnesio envía a otras unidades españolas hacia el oeste, entre Lovaina y Amberes. Se pretendía distraer al enemigo. La retaguardia y los flancos, como estable Esparza (2017) quedan cubiertos por lo que Farnesio toma dirección hacia Amberes. Las ciudades rebeldes van cayendo una tras otra en este avance de Farnesio, las capitulaciones y negociaciones se suceden y el ejército rebelde debe dividir sus fuerzas para intentar cubrir las ciudades más importantes, sin embargo, todas y cada una de las ciudades rebeldes que son atacadas simultáneamente van cayendo. Así lo muestran Gante, Malinas, Nimega, Bruselas, Brujas e Ypres, Borgerhour, entre otras. Posteriormente caería Maastricht, Dunquerque, Nieuwpoort…. El ejército rebelde quedaría destrozado en estos 5 años de campaña. La caída de Maastricht fue de vital importancia para las tropas de la Monarquía católica de Farnesio. Además, es en el sitio de Maastricht donde Farnesio aprende la virtud del asedio, la paciencia (Cervera, 2017).
Sin embargo, como es sabido, el objetivo era Amberes. Hacia esa ciudad dirige Farnesio el ataque. Amberes se tenía por inexpugnable, ciudad amurallada y defendida por unos 10 bastiones, unidos entre sí, rematados, como explica Villegas (2012) por la ciudadela en forma de estrella que construyó el Duque de Alba. Por todo ello quizá tenía la fama de inexpugnable. Además, estaba protegida por un enorme foso inundado y el rio Escalda, el cual aparte de la protección, también les servía de avituallamiento a los rebeldes. Aparte de todo ello, dos grandes fuertes, a las orillas del rio y diques preparados para, en caso necesario, ser reventados y que se inundase el campo en caso de ser atacado, ahogando a cuantos estuvieran allí.
Unos 6.000 mercenarios ingleses y franceses defienden Amberes a las órdenes de Felipe de Marnix, junto al grueso de la población, unos 100.000 habitantes, cifras en las cuales coinciden los autores.
Estamos a comienzos de julio de 1584 y Farnesio había desplegado a 10.000 infantes más los 1.700. Además, entre sus filas cuenta con lo mejor del momento: Juan del Águila, recién ascendido a maestre, Iñiguez, victorioso en las Azores, Pedro de Paz y Mondragón, entre otros. Como se observa, una ciudad perfectamente defendida y a simple vista imposible de ser atacada, por ello la clave no estaba en el asedio normal ni en las fuerzas –el resto del ejercito de Farnesio se hallaba en las ciudades ya mencionadas evitando contraataques rebeldes- sino más bien, como señala Esparza (2017), en el rio y, sobre todo, en el ingenio militar.
Para tomar Amberes, Farnesio mando construir un puente de 800 metros de largo y 4 metros de largo, más largo que el que ya construyera Julio Cesar sobre el Rin. Se colocaban postes verticales de madera sobre el lecho del rio. Después, aquellos postes se unían por vigas transversales y sobre esa estructura se colocaban tablones, los cuales formaban el piso. Sin embargo, la profundidad del rio no permitió continuar con tablones y, a partir de los 200 metros del puente, se tuvo que continuar con barcas. Debido a que la profundidad del rio no permitía seguir construyendo el puente con tablones, los últimos 600 metros del puente se construyeron con hileras de barcas[2], fuertemente sujetas con madera y cuerdas, para construir, a su vez, el piso sobre ellas. A medida que se construye el puente, se colocan líneas de barcazas, a los lados del puente, unidas entre sí con fuertes puntas de hierro en la proa. Con ello se pretende defender y custodiar los flancos en caso de ataque mientras la obra continua.
Los rebeldes, enfrente, disparan. Sin embargo, Farnesio lo ha provisto todo. En la orilla española se construye un baluarte y en la orilla enemiga otro, antes de que acabe la construcción del puente. Con estos baluartes se defiende a los soldados que construyen el puente. Además, las tropas de Farnesio contaban con 97 piezas de artillería que hacían fuego contra el enemigo.
El puente, por tanto, no solo servía para pasar al otro lado sino también evitar que los rebeldes tuvieran apoyo desde el rio.
En un primer momento, el gobernador de Amberes se había burlado de Farnesio al conocer las intenciones de este, ya que tenían la idea de que la ciudad era inconquistable. Poco le duró la risa al ver los avances de tal ingeniería.
Para la construcción hacía falta madera, por lo que los españoles tomaron el bosque de Terramuda, del cual obtenían los recursos. Además, los españoles deben tomar los baluartes que rodeaban la ciudad. Para impedir aquello, los rebeldes rompen los diques antes mencionados, inundando el campo para evitar que los españoles muevan su artillería. Sin embargo, los españoles transportarán la artillería a hombros hasta colocarlos a los pies de las murallas enemigas. Los españoles deben tomar posiciones e ir tomando los fortines. Los rebeldes para evitarlo idean unas barcas cargadas con explosivos y metralla, destinadas contra las posiciones españolas. A pesar de ello, los españoles ponen en marcha barcas con arpones largos para desviar la dirección de las barcas enemigas. Lamentablemente alguna consiguió llegar a las inmediaciones del puente dejando un centenar de muertos y varios destrozos.
Mientras esto transcurría, Mondragón construye un dique para evitar cualquier ayuda por mar y evitar el transcurso de más barcas explosivas. Los ataques y contraataques se sucedían pero sin embargo el dique los rechazaba. En uno de estos intentos de socorrer la ciudad por mar, en el último ataque rebelde (Cesar Cervera, 2017), se libró un combate que duró unas 8 horas. Los holandeses habían mandado 160 barcos contra el dique de Mondragón, aunque este cumplió su cometido. Además, Iñiguez y Mondragón aportaron refuerzos sin cesar (Esparza, op.cit.), en los cuales combatía en primera línea Farnesio, que asaltaron las naves enemigas. En aquella estrecha lengua donde se combatía, un cuerpo a cuerpo agotador, los holandeses son derrotados y huyen en desbandada, pierden unos 3.000 hombres, 28 barcos y 75 cañones frente a las 1.000 bajas católicas, la mitad españolas. Una decepción para los holandeses, quienes ya festejaban la victoria desde Amberes.
Tras 7 meses que duró la construcción del puente, comienza el asedio y con él el vaivén de tropa de un lado a otro, la artillería contra las murallas y puertas, las minas subterráneas…. Esta vez no hubo saqueo ya que los gobernadores aceptaron las condiciones de rendición que Farnesio había ofrecido. En agosto se rendía Amberes y los rebeldes habían perdido unos 8.000 soldados. Farnesio entró triunfal, aunque diplomático. Evitó entrar con tropas españolas e italianas, evitando con ello no despertar recuerdos pasados.
Las condiciones impuestas en Amberes fueron muy suaves. Entre ellas se ponía de manifiesto el restablecimiento de los templos católicos, la expulsión de los calvinistas de la ciudad, el juramento de fidelidad a Felipe II o el pago de 400.000 florines con los que Farnesio pudo pagar a sus soldados los sueldos atrasados, entre otras condiciones.
Tras la toma de Amberes, sobre el puente se realizó un gran homenaje a modo de banquete que duró unos 3 días y conmemoraba la victoria. Después la obra ingeniosa se desarticularía.
A pesar de todo, Amberes era solamente una parte del frente ya que los tercios españoles estaban forzando las rendiciones de otras ciudades simultáneamente. Mientras esto ocurría, había caído Bruselas y otras tantas ciudades, Farnesio controlaba la comunicación entre Brabante y Flandes. “el rayo de la Guerra” continuó con éxito su campaña militar y en aquellos 5 años había realizado una verdadera reconquista de las zonas rebeldes.
[1] Según establecen los autores, Farnesio fue nombrado Gobernador a petición de Juan de Austria, quien se lo pidió a Felipe II. Farnesio era sobrino de Felipe II y también de Juan de Austria, ya que era hijo de Margarita de Parma, hija ilegítima de Carlos I. (Esparza, p.238, 2017)
[2] Las barcas fueron traídas gracias a la toma de Dunquerque y Gante