Es el 28 de Enero de 2021. Última vez que vamos a cruzar esas puertas. Última vez que vamos a poder mirarnos a os ojos entre las paredes de tan ilustre institución. Estamos a mitad del recorrido, justo en el medio del camino que empezó un lunes, pero cuyo pasado se remonta años ha. Luchamos por una causa, justa, noble, e imperecedera, y a lo largo de toda nuestra experiencia, más y más pies se han unido para llegar a la meta. Queda lejos, incierta, pero desde luego, la compañía no puede ser mejor.
Un último saludo para entrar al aparcamiento. Hemos vuelto a cambiar posiciones, aliviando las cargas y repartiéndolas para poder llegar todos frescos a ese día 31. Se vislumbra ese afán, esa fuerza en el único aspecto de nuestros rostros que sobresale a la tela protectora. No hay espacio para echarse atrás, como no hay tiempo para el descanso. Sonrío, pues, mientras visto a mis compañeros de las galas ancestrales, cruza por mi mente el pensamiento fugaz de la mítica frase. “Sólo tras de muertos capitularemos”.

Los detalles finales son corregidos una vez en sala, recibiendo el goteo incesante del limitado público que nos permite tener la legislación. Es a mis hermanos, a mis camaradas de armas a los que corresponde la santa obligación y paciencia de completar una imagen icónica rodeando a los ponentes.
Tomo asiento entre bastidores, contemplando con el orgullo que nos caracteriza el desarrollo de nuestro esfuerzo. Es innegable el buen saber hacer de todos los integrantes, tanto de los colaboradores, como de amigos que dispusieron de sus manos prestas sin esperar nada a cambio.
Me atrevería a decir que formamos un bonito cuadro, en todas las acepciones posibles de esa palabra, que en nuestro terreno historiográfico ven la semántica aumentada en base a las ordenanzas militares. Por supuesto, no desmerece el término en éste día dado que los ponentes, todos ellos maestros en las respectivas artes, vienen a dar el broche académico con sus respectivas intervenciones.
Por motivos de agenda, Ferrer Dalmau no nos puede acompañar, ni en lo físico ni en lo digital, pero poniendo todo por ambas partes, se emite en directo un vídeo, una entrevista redactada que con soltura, el pintor despacha sin el mínimo apuro.

Prosigue, como es menester, bajo la intervención del moderador, nuestro Presidente Juan Víctor Carboneras, el siguiente llamado a la clase, Jordi Bru.
Fotógrafo de batallas, recrea con habilidad e ingenio momentos que pudieran haberse dado en todos y cada uno de los combates, todas y cada una de las contiendas que los nuestros llevaran a cabo y de las que formaran parte, hará cuatro siglos a las espaldas. Puedo vernos reflejados en algunas imágenes, pues son extraídas de todas las recreaciones a las que el fotógrafo ha asistido, de las cuales, no en pocas hemos puesto nuestra pica.

Continúa David García Hernán, Catedrático de Historia Moderna por la Universidad Carlos III de Madrid. No tengo palabras de elogio suficientes para poder ensalzar tan magníficas palabras sobre las obras de teatro de los siglos de Oro. Su forma de expresarse, su cercanía, dinamismo, hace que quiera formar parte como oyente de todas sus clases. Es tal su empatía que cuesta creer que las ponencias las esté dando a través de videoconferencia. No son pocos los vítores y aplausos que recibe entre párrafos, pues tal y como él se ha entregado a sus ahora estudiantes, nosotros nos entregamos a la par a su lección.
Se acerca el final, correspondiendo ésta agridulce posición a Héctor Castro, escritor de novela histórica referente de actualidad a los que nos sentimos atraídos cuales cantos de sirena a éstas obras que nada tienen que envidiar a los clásicos del género. Su discurso, tan ardiente como pasional, enardece y engrandece nuestro espíritu, no pudiendo sino dar absolutamente la razón a unas palabras que no pronuncian más que la verdad. Se ha denostado, infravalorado las hazañas que logramos realizar como miembros de un Imperio. Nos hemos centrado en los oscuros, haciéndolos más grandes de lo que pueden ser y eclipsando los brillos de lo que era un prometedor futuro. No hay que engañarse, no hay que caer en la leyenda dorada o rosa, o cualquier color de la que se quiera pintar, y esto, como no, incluye la leyenda negra.
Héctor Castro Jordi Bru
Cuando se pronuncia el punto final, estallamos en júbilo hacia los tres ponentes. Me atrevería a decir que ha sido la jornada más entretenida, sin desmerecer, por supuesto, a las anteriores que la han precedido. Cada uno es experto en su campo, pero siempre es menester que las artes sean más accesibles a un público que no es experto en la materia.
Pero no queda ahí la cosa. Apenas ha habido turno de preguntas no por la falta de interés, sino como siempre, del ejecutor imparable e inamovible que es el tiempo. Verdugo como es de aquello que se quiera extender, nos vemos en la obligación de ajustar el horario.
Se da paso a Chiara Stella, grupo de baile renacentista. Nos van a deleitar, y nos deleitan con la danza típica que se hubiera bailado en las cortes de nuestros reyes. Desde el primer instante que cruzan las puertas con sus vestidos absorben toda la atención del público. Esos reflejos, esa confección, de manufactura exquisita, eclipsan cualquier vestidura que nuestro conjunto pudiera portar.

Hacen una muestra magistral, a tono con el resto de intervinientes a lo largo de los cuatro días. No se me ocurre una mejor guinda a tan histórico pastel, coronando la cima de de lo que con esfuerzo y empeño se ha construido.
Todo termina, de nuevo entre aplausos, y presos de esa nube de la que no queremos bajar, vamos saliendo uno por uno por las puertas. En nuestros rostros, la alegría por semejante éxito, en nuestros corazones, el dolor por saber que en el instituto ya hemos acabado.
Tal y como hicimos al entrar, últimos saludos, últimas conversaciones, sabiendo que no es un adiós, sino un hasta luego. Y con esas fórmulas de cortesía, se baja la barrera del cuartel Juan de Austria, mientras nuestros cuerpos adolecen de lo que han pasado, pero nuestras mentes ya están fijas en el día de mañana.
En Flandes, se ha puesto el sol.

