Es el día 27 de Enero de 2021. Volvemos a montarnos en los coches, con la misma ilusión, al misma alegría, pero notando ya el peso de las horas en nuestra espalda, ataviados con los trajes, prestos y dispuestos en las labores que nos hemos auto impuesto. Cada uno desde su posición, ha obrado de forma excelente, y si bien se han cosechado dos días de éxito, eso no es óbice para flaquear ahora.
Llegamos, misma rutina, notando entusiasmo una vez más en la institución que nos rodea. El brigada Pineda, responsable de las comunicaciones y de la difusión en línea de todas las ponencias nos abre las puertas del salón de actos con la profesionalidad propia de su uniforme. Su carisma es absorbente, y si bien hemos sabido mantenernos cada uno en su papel, es indudable que se ha forjado una buena amistad que sabemos trascenderá las conferencias.
El equipo se vuelve a reunir, a escasos minutos de la llegada de los visitantes. Por la experiencia que nos han dado las dos jornadas previas, sabemos qué hay que pulir, qué omitir y en qué hacer hincapié. Procedemos a ello.

En ésta ocasión cambiamos de atuendo, transfiriéndonos la ropa para que todos los que tenemos el papel de recreadores compartamos el peso y la entrega por rememorar de esa manera el pasado. Ayudo a Roberto, tan dispuesto como de costumbre, a ataviarse con la armadura completa. Ángel, si bien se uniese el día anterior, ahora da un paso al frente y se entrega a los ropajes de un siglo que queda ya lejos, pero ansiamos que vuelva. Con una sonrisa que oculta la tela dispongo del acero sobre la tela. Por último, opto por la ligereza del cuero y las armas de pólvora. Un último vistazo, una última comprobación. Subimos.
Causamos expectación, tanto en los conocidos como en los nuevos. Las fotos no dejan de sucederse aprovechando esos momentos de impás en el que los ponentes toman asiento, dan los saludos correspondientes y dan paso a las sabias palabras que nos han de entregar. Ocupamos nuestros puestos, habiendo cumplido con los protocolos, habiendo hecho las comprobaciones precisas por parte de todos los integrantes que conforma el equipo. Rafa, Lupe, Noe, Juan, cada uno haciendo lo que mejor sabe hacer, desde el control de aforo a la recepción propia de las autoridades. Fede, innegable e indiscutible apoyo audiovisual, dispone de la cámara y micrófonos. Sin él, no sería posible llegar a tantas personas a través de las pantallas.
Se guarda silencio, comienzan los ponentes. Hoy nos acompañan Jose Ramón Vallespín, Capitán de navío, moderador de ésta jornada que versa sobre nuestros soldados en el mar. Contar con tan ilustres figuras no hace sino hinchar mi pecho de orgullo, orgullo por saber que no estamos solos, que a pesar de que constantemente las pruebas lo evidencian, un pequeño hálito en mí siempre cree que la gente no tiene interés. Día a día nos esforzamos por luchar contra la ignorancia, y doy gracias porque día a día, la gente responde.
Da paso a José Cánovas García, Coronel de Infantería de Marina, cuerpo sucesor por línea directa de nuestros antepasados. Su explicación, su muestra de conocimientos sobre los Tercios en Lepanto es magnífica. Le sigue a la zaga Agustín Rodríguez González, Doctor en Historia, con material acerca de la guerra a la española. Tal y como se expresa, de cerrar los ojos, uno se imagina sintiendo el suave mecer del mar en calma, previo a la refriega, la contienda, el sudor y la sangre, precio más que dispuesto a pagar por el buen español para dar buena cuenta de ello al turco, al hereje y al traidor.
Finaliza Magdalena de Pazzis, Catedrática en Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid. Docente brillante y amiga fiel, su voz nos trae, como si de un informe realizado por el contramaestre se tratara, la intendencia, logística y composición de uno de nuestros navíos, así como la colaboración y perfecto funcionamiento de la maquinaria bélica que era nuestra armada.

Turno de preguntas, perfectamente dirigido por el moderador, que con presteza va repartiendo las cuestiones entre los ponentes. El propio público, cuya composición no puede ser más heterogénea, interviene, dando lugar a un coloquio ameno e interesante. Pero como siempre, el tiempo es el mayor enemigo, y es obligatorio cerrar en algún momento.
Aplausos a los participantes, loas y felicitaciones a los ponentes, a la organización, a los responsables de los medios. Se nos ha echado el tiempo encima, y sabiendo que aún queda una jornada, se deciden posponer las conversaciones para el día siguiente.
El instituto tiene un control y nosotros, siempre cumplidores con aquellos que nos lo piden, pasamos la barrera, encantados una vez más, entristecidos, pues ya se vislumbra el final.
Se arria la bandera una vez más en el cuartel Don Juan de Austria. Mañana se izará el aspa una última vez.






