Ambrosio Spinola recogiendo las llaves de la ciudad de Breda

Álvaro González Díaz

Tal día como hoy, hace 390 años, un 25 de septiembre de 1630 dejaba este mundo uno de los mayores comandantes del ejército español, Don Ambrosio Spínola, hombre de honor y de valor inigualable.

General de origen genovés, capitán general de Flandes y comandante del ejército español durante la Guerra de los 80 Años. Conocido por la toma de la ciudad holandesa de Breda y recordado como uno de los últimos grandes líderes militares de la Edad de Oro española.

Ambrosio Spínola Doria, I duque de Sesto (1612), I marqués de los Balbases (1621) y Grande de España. Al servicio de la Monarquía Hispánica como general español, capitán general de Flandes durante la Guerra de los Ochenta Años, caballero de la Orden de Santiago y del Toisón de Oro. Nació el 21 de diciembre de 1569 en Génova y allí estudio desde joven matemáticas y destacó muy pronto en el ámbito militar.

Génova en el siglo XVI era un Estado que se encontraba bajo la protección de la Monarquía Católica y allí residió Spínola hasta los 34 años. Además, los genoveses eran los principales financieros de la Monarquía Hispánica, ambos hechos hicieron posible que Spínola se acercase aún más al ámbito político y militar de España. En este sentido, Spínola fue elegido magistrado de Génova aunque se retiró de la política debido a los enfrentamientos que su familia y la de los Doria mantenían. A partir de ese enfrentamiento Spínola comenzó a servir en el ejército a los intereses de la Monarquía Hispánica en Flandes.

En 1601 fue nombrado maestre de campo de las tropas que comandaba en Flandes. Suministró los fondos necesarios para preparar a ocho mil soldados que debían partir hacia Flandes y asumió el mando de un tercio. La leva de dicho tercio fue sufragada por el mismo. Llevó a las tropas con mucha disciplina. Tras atravesar el Camino Español (Saboya-Franco Condado-Lorena-Luxemburgo) y llegar a Flandes en 1602. Las tropas de Spínola se emplearían en el asedio de Ostende y tras ello, Spínola regresó a Italia, con el objetivo cumplido, para reclutar a más hombres. Un año después regresa de nuevo a Flandes. La triste noticia de la muerte de s hermano a punto estuvo de hundirle emocionalmente, sin embargo, un hombre como Spínola era inquebrantable. Nuestro general no se vino abajo y en Flandes volvió a combatir, esta vez en Bolduque, que se encontraba en situación favorable para los holandeses.

Tras el revés en Nieuwpoort en 1600, la Monarquía Hispánica ansiaba un jefe militar que supiera llevar a los temibles soldados españoles en Flandes. Ese jefe militar fue Spínola quien, tras las victorias y el coraje en Ostende y Bolduque, fue nombrado maestre de campo general, ostentando el mando absoluto del ejército de Flandes en 1605. Entonces Spínola partió hacia Valladolid para reunirse con el rey Felipe III y explicarle su estrategia. Spínola le expuso al rey que había que emprender el ataque y llevar la guerra a territorio enemigo haciendo, con ello, que el ejército se abasteciese a la vez que se recaudaba impuestos. De esta manera, los ejércitos de Flandes tomaban la iniciativa y la formación de un gran ejército, unos 30.000 infantes y más de 4.000 jinetes.

Una vez ya en Bruselas Spínola tomaba parte en su primera campaña.  La guerra en los Países Bajos eran básicamente asedios y Spínola destacó por encima de todos debido a la gran cantidad de asedios que protagonizó, a pesar de los esfuerzos de Mauricio de Nassau por socorrer las plazas que tomaban los españoles. Spínola desbarató el ataque de Nassau en Amberes en 1605 y después cruzó el Rin y lo fortificó. Tras ello, atravesó Westfalia y marchó contra Lingen, la cual tomó en agosto, mientras tomaba también Oldenzaal. A pesar de los esfuerzos de Spínola, quien no dio tregua al enemigo, en septiembre y octubre fracasó en su intento de tomar Bergen.

​En 1606 regresó a España, siendo recibido con grandes honores. Es en España donde se le confía una misión secreta para asegurar la gobernación de Flandes en caso de la muerte del archiduque Alberto. Nuevamente Spínola tuvo que sufragar los gastos de tal misión ante la tardanza de la flota de América, la cual traía oro y plata para la corona. Fue nombrado consejero de Estado y Guerra. Tras pasar por Génova y atender los negocios familiares corrió el bulo de que Spínola había fallecido debido a la enfermedad por la que atravesaba. Nada más lejos de la realidad, Spínola llegó a Flandes y decidió cercar Grol, que aunque se encontraba bien defendida se rindió en agosto de 1606. Tras ello, marchó contra Rheinberg, plaza que tomó tras un mes de asedio. No fue fácil pues una parte del ejército se amotinó ante la falta de sueldos. Este amotinamiento hizo que se desprotegiese Lochem y Grol que Nassau tomó de nuevo mientras los españoles marchaban a Breda. Spínola no solo avaló los sueldos de los amotinados sino que recuperó las plazas tomadas por Nassau.  Pagó los atrasos de los amotinados y tomo las plazas perdidas y acto seguido expulsó a los soldados amotinados del ejército.

A finales de 1606 comenzaron las negociaciones de paz entre España y Holanda. Unas negociaciones necesarias ante la carencia de fondos para sufragar la guerra. Se acordó una tregua y en la que cada parte conservaría sus posesiones que ya dominaba. Los acuerdos concluyeron en la Haya en 1609, iniciándose la “La tregua de los Doce Años”.

Spínola se vio en la necesidad de avalar los gastos de la guerra, un hecho que hizo en su totalidad y quedó arruinado según establecen los expertos. Ese dinero cayó en saco roto pues todos coinciden en que la Corona Española nunca le pagó los costes a Spínola. Tras la guerra de Frisia y la Tregua, la tensión se trasladó al Palatinado, en Alemania. Spínola siguió al mando del ejército pero el rey quiso mantenerlo alejado de España, quizá por esa deuda que mantenía con el general.

Durante la Tregua Spínola fue nombrado y reconocido como Grande de España en torno a 1611, después partió hacia Praga donde trató las aspiraciones de los príncipes de Brandeburgo y Neoburgo al ducado de Cléveris y ya en Bruselas trató de asegurarse de la fidelidad  de los holandeses al rey. A partir de 1614, Spínola tomó el cuartel de Wessel y Aquisgrán. Todo ello, motivado por el conflicto entre los aspirantes al ducado de Cléveris en el que también andaban merodeando los holandeses. Estos, por su parte ocuparon el ducado de Jülich. Allí Spínola recibió la noticia de la muerte de su esposa, una noticia que le alejó durante un periodo de los campos de batalla y se retiró a una abadía.

Poco tiempo después, en torno a 1618 estalló la Guerra de los Treinta Años y Spínola había conquistado parte del Palatinado, en 1620, lo que le llevó a ser recompensado como Capitán General. Aunque Spínola estuvo a favor de mantener la paz, Felipe IV retomó la guerra a pesar de la escasez de fondos por parte de la Monarquía Hispánica.

Tras ello, Spínola volvió a Bruselas en 1621 ante la previsión de la reanudación de la guerra por parte de los holandeses, pues estaba a punto de caducar la tregua de 1609. Allí preparó al ejército, aunque tuvo problemas para asegurar el pago del sueldo ante la falta de fondos. En 1622 el ejército de Flandes marchó hacia Cléveris y ocupó Juliers. Spínola en 1625 sitió Breda, la más renombrada y vitoreada victoria de su carrera, tras largos 9 meses de asedio. Breda cayó en junio de 1625 lo que le costó la ruina a la economía de la Monarquía de Felipe IV y la petición de la paz por parte del enemigo.  Con esta toma de la ciudad de Breda, Spínola es nombrado con el cargo de Comendador de Castilla. Aquí coinciden los autores en que si bien Breda fue la culminación de la carrera militar y política de Spínola sucedió lo contrario para la Monarquía Hispánica que cayó en parálisis económica. Una caída, por falta de dinero, que hizo posible la reorganización del enemigo, que tomó Grol y se acercaba a Breda. Olivares le responsabilizó a Spínola de aquello y este decidió no volver a Flandes debido a que no se le iba a pagar.

Spínola fue nombrado gobernador del Milanesado y desembarcó en Génova en septiembre de 1629. Spínola cayó en desgracia debido a una España que dominaba el mundo pero que era mal agradecida con sus héroes. Spínola acabó arruinado debido a que había sido objeto de expropiación de su dinero y la compensación que había pedido para sus hijos nunca llegó. Cayó enfermo y un año después el 25 de septiembre de 1630 moría murmurando sus últimas palabras “HONOR Y REPUTACION” las cuales repitió varias veces antes de expirar.

A un grande de España, a un hombre de honor y uno de los últimos héroes españoles del siglo dorado le falto jadear “ESPAÑA” junto a las palabras ya mencionadas pues había invertido todo su dinero en salvar una España que no conocía la derrota. Dio todo por España y contra los enemigos de esta sin recibir nada a cambio, quedando arruinado del todo y muriendo sin honores ni recuerdo, muriendo olvidado. 

Ambrosio Spínola, Honor y Reputación, hoy en el día del aniversario de tu muerte te lo recordamos mientras tu gloria y tu fama nos recuerdan a la vez quien fuiste, mientras esas palabras que pronunciaste son motivo de que las repitamos fijándonos en tu persona, tu valor y fidelidad a España.

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