Nos encontramos en las postrimerías del siglo XVI y la Francia de Francisco I se encontraba encajonada en Europa, eclipsada por las posesiones de Carlos V. por esta razón quizá, a principios de siglo Francia había sufrido un par de derrotas contra España en la lucha por las posesiones italianas, sobre todo Nápoles. En 1503 España vence a Francia en las batallas de Ceriñola y Garellano. En 1516 el rey Carlos es proclamado rey de España como Carlos I y señor de las “Américas”, en 1506 ya era soberano de los Países Bajos y en 1519 y 1520 era proclamado soberano de los romanos y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico bajo el título de Carlos V.

Así las cosas, el equilibrio de poderes europeo se decantaba a favor del emperador ante la inoperancia francesa y la impotencia del Vaticano y los venecianos.

En 1524, los otomanos comienzan a atacar cada vez más las costas europeas mientras la Cristiandad se peleaba entre sí. La conquista americana por parte de los españoles se encontraba en su plenitud mientras en Europa, Sevilla sobre todo, se esperaba como agua de mayo las riquezas del nuevo continente para sufragar los gastos que conllevaba la corona del emperador.

Debido al cerco que tenía Francia, en torno a 1520 y 1521 intentó equilibrar las fuerzas anexionándose el Milanesado, el ducado de Milán, como compensación en la derrota con Carlos I por el título de emperador[1]. Esta pretensión llevaría a cuatro años de guerra entre España y Francia por los dominios italianos, sobre todo los del norte, Guerra de los Cuatro Años (1521-1524).

Era el 24 de febrero de 1524 y los franceses habían lanzado una ofensiva entre Génova y Nápoles.

1524. ANTECEDENTES

Pavía no puede entenderse sin su contexto más inmediato, la Guerra de los Cuatro años (1521-1524). En 1522 las fuerzas hispanas e imperiales derrotan a franceses y venecianos en Bicoca, en Milán. Con esta derrota a Francisco I no le quedaba otra opción que pasar a la ofensiva y esto fue a principios de 1524. La abrumadora victoria en Bicoca hizo que esta palabra pasara a significar para los españoles “cosa fácil o barata”, según cuenta Jesús Antonio Rojo (2015).

A finales de Abril de 1524, los franceses lanzaron una ofensiva cerca de Milán a las órdenes del almirante Guillaume Gouffier Bonnivet. Sin embargo, los franceses fueron severamente castigados por las tropas imperiales al mando de Juan de Médici y el marqués de Pescara. Los franceses hubieron de huir cerca de Milán. El cuadro español formado por piqueros y mosqueteros, que aunque viajaban a caballo luchaban a pie, hostigaron los flancos franco-suizos que se componían de piqueros y caballos. Los arcabuceros comandados por Pescara, como nuevamente afirma Jesús Antonio Rojo (Op. Cit.), simplemente sabían aprovechar su movilidad y manejo para retirarse con facilidad y colocarse en otro punto de la línea de marcha francesa.

Los franceses sufrieron numerosas bajas, entre ellas la de su comandante, demostrando la infantería española con su novedosa táctica militar el potencial de combinar el cuadro de piqueros con las armas de fuego, sirviendo para el ataque. Este fracaso francés se conoce como la Fuga de Seisa y merece una mención aparte, un artículo quizá, debido a la caótica y desordenada retirada.

Así, Francisco I pasó a la ofensiva en octubre de este año, tras el fracaso de la invasión de la Provenza. El ejército francés atravesó los Alpes con un gran número de soldados, unos 24.000, y 53 cañones. Las tropas españolas se vieron obligadas a retirarse de Milán y refugiarse en Lodi y otras plazas. Unos 2.000 españoles y 5.000 lansquenetes alemanes a las órdenes de Antonio Leyva se tuvieron que refugiar en la cercana Pavía mientras los franceses, creyendo en una fácil victoria, la sitiaron por entero, a finales de octubre.

Aunque Pavía se rodeaba de murallas bastantes modernas, con bastiones, Leyva, veterano de la Guerra de Granada, con algo menos de 7.000 efectivos tuvo que resistir y reorganizar la defensa de Pavía. La defensa fue muy eficaz, mucho más de lo que los franceses esperaban, pues estamos ya en el mes de noviembre.

Aunque los franceses bombardearon continuamente no consiguieron abrir ni una brecha en Pavía. Y, mientras esto ocurría, los franceses tuvieron que verse obligados a rechazar un desembarco de refuerzos españoles en Génova. A pesar de ello, la artillería francesa comenzó a escasear en pólvora y el cansancio aumentaba entre la tropa, incapaz de someter Pavía.

Sin embargo, aunque los franceses seguían esperando una rendición española, por el norte se acercaban refuerzos. Un ejército imperial a las órdenes de Georg Von Frundsberg con unos 15.000 lansquenetes alemanes y austriacos se dirigía a Milán con el objetivo de poner fin al acoso francés de Pavía. Eran órdenes directas del rey-emperador.

PAVIA, 24 FEBRERO DE 1525

Ante lo anteriormente relatado, Leyva continúo resistiendo las embestidas francesas a la espera de refuerzos. Francisco I, contra los pensamientos de sus mandos, obedeció las órdenes del Papa que le aconsejaban dividir su ejército en dos ante la proximidad del ejército germano-español de refuerzo. Esto fue posible en diciembre cuando el Papa traicionó la causa imperial y firmó un tratado de amistad con Francia, confiando, a su vez, que tanto Florencia como Venecia se unieran a dicho acuerdo.

Así, una gran parte de sus fuerzas fueron enviadas a Nápoles, pues aquí la resistencia española era escasa, y, por otro lado, recibía la ayuda del mercenario Juan de Médici con 4.500 mercenarios italianos (la Banda Negra) y 4.000 arqueros franceses. Aunque pueda parecer que esto era satisfactorio para el ejército de Francisco I no lo era, pues este ejército era bastante heterogéneo y eso suponía, en palabras de Juan Vázquez García y Lucas Molina Franco (2011), una gran inoperancia táctica que disminuía a la vez su cohesión.

Mientras esto ocurría, en Pavía los mercenarios alemanes y suizos comenzaban a  sentirse molestos porque no recibían sus pagas. En este sentido, como cuenta una vez más Jesús Antonio Rojo (Op. Cit.), los mandos españoles empezaron a empeñar sus fortunas para poder pagar a estos efectivos del ejército. Sin embargo, los españoles seguirían defendiendo la ciudad a pesar de no cobrar.

En este sentido a mediados de enero de 1525 llegan los refuerzos imperiales, unos 20.000 soldados más (13.000 alemanes, 6.000 españoles y 3.000 italianos). Mientras los franceses decidieron esperar al saber de la situación económica de los sitiados, hecho que creían indispensable para su rendición. Una vez más, los franceses atacan la muralla pero una vez más los españoles siguen sin rendirse. Cierto es que el hambre sobre estos ya pesaba y es ahí cuando Leyva pronuncia un discurso hacia su ejército haciéndole creer que la comida estaba al otro lado del muro, en el campamento francés. Este discurso es fundamental pues rápidamente se formaron cuadros de piqueros con caballería y comenzaron a abrir brechas en las filas francesas. En este sentido, como afirma Martínez Laínez (2012), esto solo pudo ser posible por la perfecta combinación de españoles y lansquenetes alemanes que al formar de manera sólida protegían a los arcabuceros. Con ello, la caballería francesa era incapaz de defenderse, incapaz de tomar contacto con la infantería, es decir, quedaba inoperativa completamente.

El 24 de febrero, Leyva, al ver la situación favorable para el ejército imperial, el que había llegado a Italia hacia un mes, que comenzó a cargar contra los franceses lanzó a su ejército contra los franceses, apoyando con ello a los refuerzos que habían venido en su ayuda. Esta estrategia inmovilizó a los franceses que no sabían dónde estaban, ascendiendo las bajas francesas a unos 8.000 muertos.

Sin embargo, el rey Francisco I y su guardia personal seguían combatiendo a pie en medio de tal caótica batalla, con la intención de huir. Demostrando una vez más su soberbia y arrogancia. Es aquí cuando el rey francés cae al suelo ante las cargas españolas y al intentar levantarse se encuentra la espada de un español en su cuello. Un vasco de nombre Juan de Urbieta sería el hombre llamado por la historia para apresar al rey francés al que, acto seguido, se le sumaron el granadino Diego Dávila y el gallego Alonso Pita da Veiga. Sin saberlo, habían apresado al arrogante Francisco I de Francia. Aquí también destacó el extremeño Pedro de Valdivia quien años más tarde conquistaría Chile.

El rey francés fue hecho prisionero en Madrid, en la torre de los Lujanes (en la plaza de la Villa) desde donde escribió a su madre la carta famosa en la que decía: (…) “De todo no me ha quedado más que el honor y la vida, que esta salva”. Aquí también Carlos I de España obligo al rey francés a firmar el Tratado de Madrid (1526) por el cual Francia renunciaba a sus derechos sobre Milán, Génova, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña en favor de España. Además se obligaba al rey francés a casarse con la hermana de Carlos I, Leonor y a enviar a dos de sus hijos a España para de este modo garantizar el cumplimiento del pacto. No fue así como sabemos, pues el error que cometió el emperador fue dejar marchar al rey francés, ya que en seguida, al cruzar los Pirineos, incumplió el pacto. Más tarde volverían los franceses a la carga contra los dominios españoles y volverían a estar presentes nuestros tercios para defender lo suyo.

CONSECUENCIAS

La derrota francesa fue catastrófica pues aparte de las innumerables bajas muchos de sus mejores comandantes murieron en Pavía, aparte de Enrique de Navarra, quien ayudó al rey francés. Además el rey fue hecho prisionero por los españoles y obligado a firmar el Tratado de Madrid por el que, como ya he mencionado, Francia renunciaba a sus dominios en disputa con España en suelo europeo.

Tras Pavía, las riendas del Imperio fueron tomadas por la influencia española, España se hacía con la hegemonía europea y en unos años mundial. Pavía pone de manifiesto que la combinación organizada de caballería, en menor medida, y la infantería, sobre todo, en un cuadro aunque el número sea inferior al del enemigo puede ser letal; pone de manifiesto que el Tercio ideado por Don Gonzalo Fernández de Córdoba a finales del siglo XV sería fundamental para el ejército imperial en los siglos venideros.

Pavía, también, pone de manifiesto que Francia queda asolada en Europa, rodeada por los dominios españoles y apenas sin aliados. A partir de esta batalla el rey Francisco I de Francia pactará con venecianos, con otomanos y con el Papa para amenazar los dominios españoles. Sin embargo, como demostró la historia, no será así hasta el siglo XVIII, pero esto ya es otro capítulo.

España queda como dueña del mundo, según muchos autores, tras esta batalla, aunque sus inicios se encuentran en Ceriñola y Garellano veinte años antes. Italia se mantendrá perteneciente a España dos siglos más y Francia tendrá que esperar su turno con los borbones.

CONCLUSIONES

La batalla de Pavía se inscribe en un momento fundamental dentro de la guerra de los Cuatro Años, 1521-1525. Muestra la pugna entre españoles y franceses por los dominios italianos, que aunque pertenecían al rey-emperador Carlos V, Francisco I los reclamaba para sí.

La batalla demostró la resistencia heroica de los españoles y puso de manifiesto la valía de los mercenarios que como se ha visto pueden estar en cualquier bando.

La perfecta resistencia de los españoles y la combinación del Tercio como estructura conjunta y homogénea hizo posible que apenas hubiera bajas entre los españoles y, al revés,  hubiera muchas entre los franceses.

España se hace fuerte en el norte de Italia y secuestra por azares del destino al rey francés que es hecho prisionero en Madrid y obligado a firmar el Tratado de Madrid de 1526 por el cual renuncia a sus posesiones en pugna con España en Europa.

España sale como país hegemónico tras Pavía pues gracias a ello controla toda Europa a través de lo que ya comenzaba a ser una realidad, el Camino Español que comenzaría en Milán y llegaría hasta Bruselas. Francia quedaba encajonada y España miraba hacia el orbe entero.

BIBLIOGRAFIA

MARTINEZ LAINEZ, F., Pisando Fuerte, Los tercios de España y el Camino Español, Edaf, Madrid, 2012

SAEZ ABAD, R., España, el imperio donde no se pone el sol (1492-1898), Susaeta, Madrid, 2016

VAZQUEZ GARCIA, J.; MOLINA FRANCO, L., Grandes batallas españolas (Militaría), Tikal, Madrid, 2011

VILLEGAS GONZALEZ, A., Hierro y Plomo, cuentos de los Tercios Viejos, glyphos, Valladolid, 2014

http://www.grandesbatallas.es/batalla%20de%20pavia.html

[1] Francisco I de Francia también compitió por la corona imperial del Sacro Imperio, siendo elegido Carlos I.

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