Homenaje a don Álvaro de Bazán que rendimos el año pasado, 2018.

En efecto, historiar, a veces, resulta muy complejo. Partiendo siempre de una visión positivista, es decir del uso de un método científico para alcanzar la realidad pasada, nos encontramos con la lucha entre glorificar hechos y personajes o denostarlos para acabar  con ellos. Caer en estos defectos es realmente sencillo y todo dependerá de la visión del historiador en torno al motivo que le ha llevado a estudiar tal cosa.  Ambos espectros se pueden resumir en la Leyenda Negra y la Leyenda Rosa que acompaña a la historia de la Monarquía Hispánica.

En este caso, este que os escribe trata de sepultar ambas configuraciones que sirven, en realidad, para no acercarse a la realidad del tiempo pasado. Por ello, con el objetivo de no mostrarse tendencioso vamos a analizar la figura de don Álvaro de Bazán, personaje extraordinario de la marina española. En su haber cuenta con ilimitadas batallas a sus espaldas, con hechos realmente  gloriosos que no necesitan de una Leyenda Rosa que los eleve ni una Leyenda Negra que los sepulte. Veamos pues quien fue este hombre en su contexto y en su realidad.

Hace 493 años (1526), Álvaro de Bazán nacía en la ciudad de Granada insertada en pleno siglo XVI, tiempos realmente extraordinarios para el mundo militar hispánico y él los elevó a su máximo exponente. Muy pronto comenzó su carrera marítima acompañando a su padre. Esta tradición militar ya venía de su abuelo que había participado en la guerra de Granada con los Reyes Católicos. La familia Bazán procede de una tierra ruda, fuerte y orgullosa situada al norte de Navarra que es el valle de Baztán. Es curiosa la vocación marinera de los Bazanes. El padre de Álvaro impulsó un nuevo tipo de navío que era el galeón, además de reforzar el papel de la artillería, aunque quién más elevó el nombre de los Bazán fue, sin duda, don Álvaro de Bazán y Guzmán. Fue quien fundó, verdaderamente, la casa y quien con el tiempo pasaría a ser Marqués de Santa Cruz, señor de las villas del Viso y Valdepeñas o capitán general de la Mar Oceana.

Es necesario, en este punto, abordar las numerosas victorias que obtuvo la Monarquía Hispánica bajo el liderazgo de Álvaro, pues son el mejo reflejo para entender la importancia que se le debe dar a un personaje de tales dimensiones.

En primer lugar, se hace evidente, mencionar a Lepanto esa batalla que emerge en el imaginario colectivo de todos nosotros por ser unos de los baluartes más importantes de nuestra historia. La batalla, sin duda, fue realmente decisiva para frenar el avance otomano que venía dando leña y guerra en el este de Europa desde hacia tiempo. Si bien, la ocupación, conquista y saqueo de Constantinopla en 1453 había supuesto un mazazo para la cristiandad y para esa herencia del Imperio Romano de Oriente. Durante el siglo posterior los ataques otomanos no cesaban, llegando hasta las puertas de Viena y avanzando considerablemente en la frontera griega. Es en este contexto donde resalta la importancia de la batalla de Lepanto con la que se asestó un flechazo al corazón otomano, fue una venganza por Constantinopla y sobre todo una dosis de moral para la catolicidad.

Esta amenaza turca empujó a Felipe II a integrarse dentro de la Liga Santa que se creó en 1571, que además de estar formada por España también la aglutinaban Venecia y la Santa Sede Pontificia. La batalla de Lepanto tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 en el golfo de Lepanto situado en Grecia. Los bandos estaban claros, de un lado los turcos y del otro lado la Liga Santa. En cuanto a los combatientes, resulta muy complicado encontrar otro ejemplo en nuestra historia en el que participen hombres tan ilustres: Don Juan de Austria, estuvo al mando, secundado por nuestro protagonista, don Álvaro de Bazán, Luis de Requesens, Andrea Doria e incluso Cervantes, que no es ninguna casualidad que sea conocido como El manco de Lepanto.

Don Álvaro de Bazán llegó al mando de 30 galeras a la batalla, lo hacía en un segundo plano pues  suponían el refuerzo necesario que los otomanos no esperaban y que declinaría la balanza hacia el bando católico.  Estas fuerzas de Bazán formaban parte del escuadrón de reserva, que gozaba de libertad absoluta en el desarrollo de la batalla pudiendo moverse por todo el tablero estratégico y acudiendo así donde fuera necesario.

Una bandera blanca dio inicio al combate que se declinaba, francamente, hacia el bando otomano hasta la llegada de Álvaro de Bazán y la fuerza de don Juan de Austria pues obligaron a los contrarios a resguardarse hacia el interior, buscando tierra. La persecución fue inmediata, los católicos obtuvieron la victoria a las 5 de la tarde. Una victoria absoluta que hizo girar los intereses europeos del Mediterraneo hacia el Atlántico. En compensación, don Álvaro recibiría el cargo de Capitán General de galeras  de España.

Una intervención sumamente importante, y menos conocida de don Álvaro de Bazán tuvo lugar en el año 1580. En estos momentos, Felipe II estaba decidido a recuperar  Portugal, territorio que había ido y venido para la Monarquía Hispánica y que desde la batalla de Jubarrota había supuesto una pata coja para los reyes españoles. Así pues fue como se gestó la empresa filipina  aprovechando la muerte del rey Sebastián. En ella, volvió a jugar un papel fundamental nuestro Álvaro, ya parece hasta de la familia. Trasladando al Duque de Alba y a sus tropas desde Setúbal a Cascaes. Luego conquistó las Azores, o también conocidas como Terceiras, que también protagonizan uno de los poemas de Lope de Vega que le dedica a nuestro marino. La victoria para la Monarquía Hispánica fue absoluta, en compensación por su labor Felipe II, mandó a Álvaro cubrirse como Grande de España.

La capacidad táctica de este hombre, héroe de España, quedó de sobra demostrada y esto llevó a Felipe II a encomendarle una misión hartamente complicada, liderar la  Armada que atacaría a Inglaterra en 1586. Se inician los preparativos para la conquista de Inglaterra, pero pronto empiezan a surgir los problemas y tardanzas en la preparación. El Rey se impacienta y envía distintas misivas a Álvaro de Bazán para que inicie el ataque, aunque el marino no estaba nada seguro postergando la marcha hasta que falleció en 1588, sin poder llevarla a cabo.

Así pues, hemos visto un personaje olvidado más de la historia de España,  que no solo cambió nuestro destino sino el de toda Europa, marcando unas guías que llegan hasta día de hoy. Porque, como siempre decimos, somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. 

El año pasado, en la Plaza de la Villa, le rendimos un homenaje extraordinario, con una tertulia donde participaron todos los asistentes, aquí os dejamos el vídeo de la ofrenda

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