Hace 437 años, un 11 de Diciembre de 1582 fallecia D. Fernando Alvarez de Toledo, Tercer Duque de Alba. Servidor de la Monarquía hispánica y de España. Su divisa «Deo Patrum Notrorum».
El historiador John Motley afirma del Gran Alba fue «el general más exitoso y experimentado de España o de Europa, en su día. Ningún hombre había estudiado la ciencia militar más profundamente, o practicado más constantemente».
Por su lado Kamen, afirma que tras el periodo expansionista de la monarquía y de la Conquista de ultramar, los generales más eminentes que dieron las generaciones posteriores como Alejandro Farnesio o Ambrosio Spinola eran «extranjeros», solo el Gran Alba era Castellano por lo que se nos revela como figura única. El gran Alba dedicó 65 años de su vida a defender la Monarquía a través del oficio militar y la diplomacia.
Curiosamente el Gran Alba había estado ausente en algunos de los acontecimientos célebres asociados con la fuerza militar. No estuvo en España durante la revuelta de los comuneros (1520), ni durante la rebelión de los moriscos en Granada (1569), tampoco estuvo en la batalla de S. Quintín (1557), ni el la de Lepanto (1571). Sin embargo si tuvo un papel destacado en Mulhberg (1547), aunque fue en Italia donde ganó su reputación, ya como Gobernador de los Países Bajos la relevante victoria de Jemmingen (1568), y en el final de su vida la campaña de la anexión de Portugal (1580 ).
El Gran Duque de Alba fue más que un general, durante mas de 40 años lideró las campañas de la Monarquía Hispánica en la Península y en Europa, administró los suministros de los Tercios, coordinó los movimientos militares y navales , organizó pagos y se relacionó con soldados. Allí donde iba su presencia y su autoridad producían respeto y temor. Así por primera vez completo el Camino español, que atravesaba Europa Occidental desde el norte de Italia hasta el Mar del Norte a lo largo de unos 1000 kilómetros, desde el ducado de Milán hasta los Países Bajos.
Fue educado por si abuelo como soldado y toda su vida estuvo guiado por la idea de servicio. Su lealtad primero a Carlos V y luego a su hijo Felipe II fueron incuestionables, así le escribía el Gran Alba a Felipe ll:
«Tres cosas le diré a VM, la una es que nunca se ofreció negocio vuestro que no le ante pusiese al mio; la segunda es que mayor cuidado tuve siempre de mirar por vuestra hacienda que por la mia; la tercera es que nunca os propuse un hombre para algún cargo que no fuese el más suficiente de todos cuanto yo conocía».
Alto, recto, honorable, castellano de pura cepa, era conservador, catolico, culto reacio a las novedades, gustoso de las tradiciones. Sus modales eran impecables. Persona directa no se andaba con rodeos. Sin embargo su mal humor y su impaciencia fue un obstáculo en sus relaciones, por encima de todo era un soldado y desconfiaba de los políticos. Pensaba que los castellanos eran la clave del éxito militar y puso toda su fe en los tercios veteranos estos le respetaban mucho. Brantome decia sobre la muerte de Alba «Ah Señor, el buen padre de los soldados es muerto». Alba sufrió uno de peores momentos de su vida durante los motines de Flandes cuando la confianza de sus tercios se derrumbó.
Cuando supo que le llamaban para liderar la campaña portuguesa señaló que era esencial recurrir a los veteranos de flandes:
«Haviendo de ser los españoles que vienen de flandes como conviene que sean.. es necesario que vengan las vanderas con los capitanes y gente que vas uno tuviste, porque aunque no tengan sino veynte soldados y aún quince cada bandera dándoles acá y jugándose con ellas los bisoños se pueden contar todos por banderas viejas y terna S.Md milicia Spañola vieja que con ella sola me atrevería yo a ver la conquista». Sin embargo confiaba también en los alemanes especialmente cuando servían bajo bandera española.
Murió en Lisboa, después de completada de forma victoriosa la anexión de Portugal, lejos de su Alba de Tormes querida. Su confesor Fray Luis comunicaba a su esposa Dña. María la muerte del Gran Duque en una larga carta, de la que extractamos:
«Y así la acabó [la vida] con rapidísima conformidad con la voluntad de Dios, diciendo con grande ánimo: “!Vamos!, y dando gracias al señor don Hernando que le dijo que ya se podía aparejar para la partida [expiró].
Sus restos reposan en Salamanca, en el Convento de San Esteban.