Tal día como hoy, un 1 de abril de 1572, tenia lugar la toma de Brielle a manos de los mendigos del mar.
Tan solo habían pasado 4 años desde que comenzó la guerra de los Ochenta Años y Brielle era testigo ahora de una toma muy peculiar, tan peculiar que según la historia no hubo batalla alguna.
A finales de marzo de aquel año, los mendigos del mar -piratas- habían sido expulsados de Inglaterra por orden de Isabel I. Liderados por Guillermo II van der Marck, partieron desde Dover con una flota de unas 24 naves y 200 hombres. Desde Dover partieron hacia Zelanda y Holanda. Sin embargo, el cansancio, el hambre, el desánimo…, entre otras cosas, favoreció que estos se desviasen hacia Brielle, a través del rio Mosa, en busca de reposo y víveres.
La ciudad de Brielle estaba sin guarnición militar, es decir, desprotegida, y con poca población entre sus murallas. Hacia frio todavía, lo que explica esa desprotección ya que en invierno no se esperaban combates marítimos, y mucho menos que entrase el enemigo a través de los ríos. Esta situación fue aprovechada por los piratas holandeses que dividieron sus fuerzas en dos, unos entraron por el norte y otros por el sur. La toma de la ciudad fue un paseo ya que muchos habían huido al percibir la presencia de aquellos hombres y los que quedaban allí apenas mostraron resistencia. Evidentemente, estos piratas contaban con el beneplácito de Guillermo de Orange, a quien le convenía que cualquier fuerza debilitase a Felipe II.
El Duque de Alba, gobernador de los Países Bajos españoles en aquel momento, envió 10 compañías que partieron desde Utrecht para sofocar la rebelión al mando del conde Bossu. Sin embargo, estas fueron rechazadas por el enemigo que se había hecho fuerte en la ciudad.
Como se observa, no fue ninguna hazaña ya que la ciudad estaba desguarnecida, sin embargo, supuso una de las primeras conquistas por parte de los rebeldes holandeses en la Guerra de los Ochenta Años que mantenían contra la Monarquía Hispánica. Además, la toma de ciudad propició que los rebeldes avanzasen hacia otras ciudades, ebrios de confianza. Así, Holanda y Zelanda se unieron a la rebelión contra Felipe II y unos días después, el 6 de abril, los rebeldes tomaban Flesinga.