El marquesado de Finale era un diminuto territorio aparentemente sin importancia, apenas un discreto puerto en la costa ligur. Sin embargo, la monarquía hispánica buscó con ahínco asegurarse su dominio. ¿Por qué? ¿Cuál era la razón de que esta localidad fuese tan valiosa a los intereses de España como una pequeña joya? Se trataba de una razón puramente estratégica; la ruta del Camino Español, que comenzaba en la península ibérica, pasaba necesariamente por los puertos genoveses en su camino a Milán, salvo… que en el puzle de territorios del Imperio figurase esta minúscula pero importante pieza: Finale.

Fue Felipe II quien consiguió este objetivo estratégico en 1598 cuando compró sus derechos sobre el territorio al último marqués Sforza, Andrea del Carretto, con la cláusula de que se harían efectivos a la muerte de este último.

Con su posesión, España obtenía un puerto bien conectado con sus dominios en el Milanesado y con los feudos imperiales del Monteferrato, al tiempo que atenuaba su dependencia de la república genovesa.

Así sucedería en 1602. A partir de este momento, el Rey de España ostentaría también el título de Marqués de Finale, asegurándose así la puerta marítima de Milán.

Años antes, desde 1571, y al objeto de garantizar el pacto de venta, ya hubo un contingente español en su fuerte de Castelfranco, guarnición que con el traspaso de dominio iría en aumento. Al tiempo, se proyectaban nuevos puertos y se levantaban poderosas edificaciones defensivas.

Su posesión adquirió especial relevancia durante la Guerra franco-española de 1635-1659 y durante la Guerra de los Treinta años. Fue entonces cuando miles de soldados hispánicos provenientes de Nápoles y Barcelona y con dirección a Milán para proseguir hasta el teatro de la guerra desembarcaron en Finale.

¿Cómo impactó la presencia española en el pequeño territorio? Administrativamente, el marquesado era dirigido por un «Alcaide all’uso di Spagna», dependiente del gobernador de Milán, el cual ostentaba también el cargo de capitán general del territorio.

Pero fue en lo económico, y también cultural y artístico, donde su estatus de territorio imperial supuso un auténtico revulsivo: la presencia de tropas españolas y los servicios necesarios para el mantenimiento de las mismas, estimularon el desarrollo de la economía local.

Asimismo, los habitantes de Finale pudieron comerciar con todos los puertos españoles, de Mesina a las islas Canarias, protegidos bajo la bandera española y con el apoyo el de las grandes familias genovesas, que, mediante un entramado comercial, conseguían evitar a través de su puerto los impuestos de la República de Génova.

De su importancia como polo cultural da fe el hecho de Finale fuera la única ciudad ligur, aparte de Génova en la cual se llevó a cabo la impresión de libros.

España conservó la posesión del marquesado hasta 1707, cuando el Milanesado fue conquistado por tropas austracistas en el contexto de la Guerra de Sucesión Española. La Paz de Utrecht de 1713 lo separó definitivamente de España, quedando entonces bajo soberanía de los Habsburgo austríacos. Casi de inmediato, el emperador Carlos VI vendió el marquesado de Finale a la República de Génova, permaneciendo en la esfera italiana hasta la formación final del Reino de Italia.

Rafa Codes.

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