Por Pau Josep Crespo Caballero
Es el 26 de Enero de 2021. Con el eco del éxito calado en lo más profundo de nuestra alma, volvemos a entrar por las puertas del Cuartel Don Juan de Austria, casa común y penitencia obligatoria de aquellos que amamos la historia.
Nuestra mirada ya es reconocida por el servicio de guardia, reflejando ese mismo entusiasmo en unos rostros que ya dudamos que volvamos a ver completos. La necesidad sigue obligando, pero eso no cesará nuestro empeño por volver a traer a la luz, volver a poner bajo los focos a la infantería legendaria.
El protocolo ya está aprendido, mismo operativo, mismas comprobaciones. En ésta ocasión contamos con dos pares de manos más, las de nuestros hermanos rescatados de las fauces de la indisposición, Ángel y Rafael que si bien claramente dan muestras de fatiga, su espíritu de lucha es tan grande que resulta abrumador e inspirador.

Un pequeño cambio, nada excesivamente grave, que obliga a hacer gala de la mayor virtud del ejército español, la adaptabilidad al entorno y las circunstancias. Ahora es a mí a quien corresponde vestir el frío acero que engalanase ayer a Jose Miguel. Ya colaboré en su puesta a punto, ahora es a mí a quien deben prestar socorro, pues enfundarse en la viva historia, en la pesada memoria de la que tenemos esos vestigios, es tarea hercúlea ya siquiera para un regimiento, no pensemos ponérsela uno solo.
Cada uno en su respectivo lugar, dando muestra una vez más de una profesionalidad excelsa, comenzamos a recibir al público que vuelve, entregado, a ese espacio de cultura y sabiduría. Hay caras conocidas, otras que vienen de nuevas, pero como marca el saber hacer, volvemos a pedir esa fórmula identificativa para que todo quede en orden. “ni un solo fallo, ni un solo descuido”, repetimos ese mantra como una letanía constante.
Todo queda dispuesto. En ésta ocasión, es sólo un ponente de los tres el que ha podido hacer acto de presencia física. Carlos Belloso, profesor de Humanidades en la Universidad Miguel de Cervantes expone de manera magistral el temario. Se desenvuelve como pez en el agua tratando el tema de las ordenanzas militares en los territorios italianos de nuestra monarquía. De nuevo, falta tiempo, hay ganas de más.
Los otros dos ilustres, Alex Claramut y Hugo Cañete, director de Desperta Ferro Historia Moderna y editor en Ediciones Salamina respectivamente, obran de igual manera a su predecesor en las exposiciones, a pesar de querer hacer de las suyas los medios telemáticos de los que hemos tenido que hacer uso por necesidades impuestas por un periodo maldito. Dan buena cuenta de los temas, tanto por su habilidad como por la propia disposición del público, la entrega que posee y el desmedido interés que muestra. Así da gusto, pienso, mientras mantengo mi estática postura en esa armadura esbelta. Sus temas, el asedio de Haarlem y la estrategia de estómago y el teatro sin retaguardia absorben toda nuestra atención, haciendo que ese peso que cargamos sobe los hombros, de forma más o menos literal cada uno, se convierta en no más que un rumor, un sonido quedo en la trastienda del pensamiento.

De nuevo, aplausos, vítores, felicitaciones. En ésta ocasión, la foto es más reducida, pero no por ello el espíritu. Una nueva victoria para los nuestros, una nueva hazaña cumplida, una nueva jornada que deja un exquisito buqué en el paladar refinado de los ponentes y los asistentes.
Con la diligencia y el saber hacer propios de quien parece que lo haya ensayado mil veces, el público se retira, de nuevo con conversaciones y anhelos. “Ojalá esto se supiera por todos, ojalá que el mundo se interesase por el recuerdo de los que nos precedieron.”, ” No hay que vivir en el pasado, pero es de los mejores maestros que se pueda tener.” Frases tan ciertas que uno es incapaz de pasarlas por alto aunque se escuchen en la extensión de la sala.
Se apagan las luces, de nuevo los nuestros descansan, una jornada más. Es el segundo día, sí, y sabemos que quedan muchos más por delante hasta dar con nuestros huesos en el final del domingo, gran día 31. Sonreímos, una vez más, ocultos por la tela. Si bien sabemos que no es más que un hasta luego, que partimos prestos de nuevo con la conciencia tranquila, algo en nuestro fuero nos grita e inquieta. Es el segundo día, segundo éxito, no hay que relajarse, no hay que bajar los brazos.
Dejamos la barreara del Instituto a nuestra espalda, y marchamos en dirección a nuestros hogares, como ya hicieran nuestro público, nuestros amigos, para afrontar una nueva jornada con la misma ilusión y fuerza.
Se arria la bandera. Hasta mañana.
