Álvaro González Díaz
Muchas veces oímos victorias de tiempos pasados, derrotas que en nuestra historia bien pueden valer más que muchas victorias enemigas. Sin embargo, olvidamos, a menudo, pasajes de nuestra historia, de tiempos gloriosos que, o bien por manipulación o bien por olvido propio no se mencionan. Por ello es necesario escribir la historia, hacer historia y contar aquello que fuimos. En Garellano se derramó, nuevamente, por nuestros hombres la valentía y el honor. Una batalla estratégica que ponía de manifiesto una Europa ya española.
Aunque muchos autores establezcan Pavía como el comienzo de la hegemonía española en Europa, en 1525, habría que irse unos años atrás con nuestro Gran Capitán, nuestro Gonzalo Fernández de Córdoba. Por ello quizá, las batallas de Ceriñola y Garellano, desde mi punto de vista, dejan al descubierto el comienzo de esa supremacía española en Europa, manifestando lo que en Pavía sería un hecho constatado ya por todos nuestros enemigos.
Corría el año 1503, en plena navidad del mismo, y España y Francia llevaban desde 1501 inmersas en las Guerras de Nápoles (1501-1504). Sin embargo, la gesta que viene a continuación no tiene parangón alguno en la historia. En Gaeta, región del Lacio, se iba a presenciar la última fase de esta guerra con una victoria y una derrota decisivas que cambiarían el mapa europeo.
CONTEXTO HISTORICO
Por estas fechas en América no paraban de descubrirse nuevos lugares, nuevas zonas y nuestros conquistadores estaban partiendo hacia el nuevo continente, todavía tendrán que esperar en Europa la llegada de noticias de riquezas y hazañas.
Mientras tanto, en España se vislumbraba el horizonte de una nueva nación unificada, reunificada, la primera nación moderna del mundo, al unirse las coronas de Castilla y Aragón bajo las consignas religiosas, políticas, matrimoniales, familiares y culturales de los Reyes Católicos.
En Europa, la Modernidad entraba de la mano del Renacimiento cultural y la política se decantaba del lado de los escritos de Maquiavelo. En lo militar entraba de lleno la innovación del Gran Capitán, el Tercio, la infantería seria lo principal para la guerra. Comenzaban a tejerse también nuevas alianzas en Europa y la amenaza del turco estaba más presente que nunca. España, sin saberlo, se estaba convirtiendo en potencia mundial, en Imperio, presente en toda la Modernidad.
En abril de 1503, los españoles a las órdenes del ya conocido Gran Capitán vencieron en Ceriñola a las huestes del comandante Louis d´Armagnac. Lo sorprendente, y créanme vuestras mercedes que lo es, como bien analiza Jesús Ángel Rojo (2015), fue que en apenas una hora se produjo la primera carga francesa y su capitulación, dejando un total de 4100 bajas, os podréis imaginar ¿no?, 4000 bajas del ejército francés y apenas 100 del ejército español.
Esta victoria es la primera en la que se pone en marcha el “Tercio” como formación militar innovadora que comanda el Gran Capitán, se mantendrá en Europa casi 400 años, hasta la I Guerra Mundial en la cual se cambia el modo de hacer la guerra.
El uso y combinación de picas, arcabuces y espadas fue crucial de igual manera que la perfecta organización y estructuración del Tercio donde el mayor peso reside en la infantería. Es la adaptación de las formaciones romanas y hoplitas de la antigüedad a la Modernidad y los españoles supieron hacerse a ella.
Pues bien, tras Ceriñola, los franceses querían mas, y lo tuvieron.
En diciembre de 1503 el Gran Capitán se disponía a expulsar definitivamente de Nápoles a los enemigos que allí quedaban y fue entonces cuando Luis XII de Francia mandó un nuevo ejército a Italia. El Gran Capitán tuvo que apresurarse en Gaeta pues su ejército todavía no había cobrado la “soldada” y quería evitar motines.
LA BATALLA DEL GARELLANO
“Los franceses habían entrado de nuevo en Nápoles y esta vez venían muy dispuestos a escabecharnos a todos y a arrojarnos al mar. (…) Más de veinticinco mil franceses se metieron entre la villa de Gaeta y nosotros. Y el rio Garellano de por medio[1]”. Así dejó recogido en un documento de la época el arcabucero Sancho Velázquez de Guzmán, testigo directo de dicha batalla.
Tras haber tomado las fortalezas de Castelnuovo y Castell Dell ‘Ovo a los franceses en el verano de 1503, el Gran Capitán se dirigió hacia Gaeta. Resolvió el intento de amotinamiento que estaba a punto de producirse ya que sus soldados andaban enfermos, sucios y hambrientos, sin recibir ni una paga, pues los franceses habían entrado a lo grande en Italia y controlaban el puerto, por tanto el avituallamiento también.
Tras su llegada los franceses no paraban de recibir constantes refuerzos permitiendo su reagrupamiento y, así, lanzar un potente ataque contra Gaeta. Sin embargo, Don Gonzalo Fernández, que por algo le llaman el Gran capitán, ante la posibilidad de quedar atrapado entre dos ejércitos realizó un repliegue táctico hacia el este del rio Garellano ocupando fortalezas cercanas como San Germano, Montecasino o Roccasecca, entre otras.
Nos encontramos en noviembre y ambos ejércitos se encontraban cercanos, separados por el rio Garellano, sin dar un paso en falso y muy próximos a su orilla, en terrenos pantanosos y aguantando el frio y la lluvia.
Para evitar amotinamientos, y como nuevamente nos relata Antonio Villegas (2014) a través de nuestro Sancho, el Gran Capitán ordenaba cada noche realizar encamisadas contra el campo francés, les ordenaba también cavar trincheras y construir baluartes, de esta manera, los soldados no tendrían ganas de amotinarse.
Esta situación de “guerra de trincheras”, como describen Juan Vázquez y Lucas Molina (2011), se prolongó durante seis semanas, con numerosos ataques españoles, escaramuzas, por sorpresa, a la espera de una batalla o una retirada. La situación se complicaba por el frio y el hambre, los españoles estaban faltos de recursos y el ejército francés con unos 25.000 hombres al mando del marqués de Saluzzo triplicaba al ejército hispano-alemán.
Durante este tiempo los franceses intentaron ocupar alguna posición española como Roccasecca aunque fracasaron. Y después de varios intentos cruzaron el rio Garellano cubiertos bajo su fuego artillero. Lo cruzaron en dos puntos, la Torre Garellano y en la desembocadura. A pesar de todo, la llegada del invierno no hizo más que empeorar las cosas y los soldados de ambos ejércitos estaban bajos de moral. Pero, como narraba Sancho Velázquez, “Don Gonzalo estaba dispuesto a dar batalla” y más aun con la llegada de refuerzos a Nápoles. El Gran Capitán, sin embargo, no esperaría a que mejorase el tiempo.
“Por la noche en las hogueras contábamos historias y siempre se escuchaban bulos y rumores, el de esta campaña es, al menos, curioso[2]”. Si amigos, curioso. ¿Puentes que se desmontaban y se volvían a montar?, nuestro Capitán tenía un plan.
Llegados a este punto, el día de los inocentes el Gran Capitán hace creer a los franceses que los españoles se retiraban. Comenzó a realizar varias retiradas de tropas españolas, simulando con ello, que se replegaba hacia Volturno. “En el campo francés celebraban la natividad de nuestro señor por todo lo alto, se les escuchaba cantar desde nuestras líneas (…), se les veía alegres pues tenían controlada y convertida en fortín la única pasarela por la que podía cruzarse el rio Garellano[3]”. Sin embargo, Saluzzo hizo lo mismo al confiarse y retiró a varias tropas hacia poblaciones vecinas permitiendo a sus oficiales descansar. Incluso concertaría una tregua navideña que Don Gonzalo aceptó para aprovechar y preparar el ataque.
Pero, al término de dicha tregua, los franceses seguían sin estar alerta.
Mientras duró la tregua los españoles se introdujeron en el rio y comenzaron a desmontar las barcazas que servían de puente a los franceses y, mientras las desmontaban, las iban montando más adelante. Todo ello con un sistema de poleas y palancas con los que las empujaban y movían. Todo ello, recordad, metidos en el agua con un frio invernal. A más de uno, cuenta Sancho, “se lo llevo el rio entre espumarajos, borbotones y padrenuestros”.
En pocas horas el puente estaba desmontado y de nuevo construido por el que unos 3000 infantes españoles pasaban ya por él. “los franceses para que les voy a contar, imaginen vuestras mercedes a tres mil energúmenos armados hasta los dientes que han cruzado un rio como por arte de magia y se lanzan a degollar a cuanto francés se pone en su camino. ¿Qué harían?, correr, ¿no? Pues eso es precisamente lo que hicieron los franceses”.
Don Gonzalo había dividido el ejército en tres y con esta acción tomo Gaeta, la Torre del Garellano y dejó a los franceses acorralados. La táctica era sencilla: Por un lado, una parte del ejercito iría con D´Alviano, sobre todo caballería, que cruzaría rápidamente el Garellano envolviendo por sorpresa al flanco izquierdo del ejército francés; por otro lado, el eje central donde estaban, entre nuestros conocidos y valerosos hombres, Diego García de Paredes (el Sansón de Extremadura) y Pedro Navarro acompañando al Gran Capitán que, siguiendo a D´Alviano, envolverían al ejército francés, sobre todo mediante la infantería. Y por último, cruzarían el puente sin levantar sospechas los hombres de Don Fernando de Andrade y Diego de Mendoza, bloqueando definitivamente cualquier intento francés de huida.
Los fuertes ocupados por los franceses cayeron ante tal sorpresa. Entre el 28 y 29 de diciembre el hostigamiento continuó hacia los franceses que no daban credibilidad a lo que veían. Los que pudieron huir acudieron a Saluzzo y le contaron lo ocurrido y aunque la retirada estaba planificada, el ataque por sorpresa fastidió cualquier plan de retirada organizada suponiendo esta una caótica carrera por “sálvese quien pueda[4]”.
La retira se hizo hacia el sur, hacia Gaeta y allí se dirigió un contingente pequeño, en número, de españoles en comparación con lo que había allí del ejército francés, sin embargo, los españoles tenían la iniciativa así como, lo más importante, la superioridad moral.
El 29 de diciembre comenzó la persecución hacia el ejército francés. Así lo narra nuevamente nuestro testigo presencial “aquel día los franceses ya no tenían ganas de pelear, lo del puente desmontable y la maniobra de embolsamiento en pinza que nuestro general les había endiñado los había dejado paralizados y aterrados, buscando solamente cada cual su propia salvación”.
El 1 de enero de 1504 Gaeta estaba cercada y los franceses capitularon en seguida, las bajas francesas ascendían a unos 8000 muertos. Aunque se les dio la libre salida a los supervivientes franceses que se refugiaron en Gaeta, solo llegó a Francia un tercio del ejercito allí mandado debido al acoso de la población local que los veía como enemigos, al hambre y las enfermedades, todo ello en el camino de vuelta a casa.
CONSECUENCIAS
Garellano supone una gran victoria pues los franceses son expulsados de Italia y, junto a alguna derrota más que sufrieron, hizo que Luis XII abandonara la guerra con España.
A finales de enero de este año, en Santa María de la Mejorada se firmaba una tregua entre Luis XII y los Reyes Católicos. Además, el Tratado de Lyon (31 de Marzo de 1504) que, posteriormente, se firmaba entre el rey francés y Fernando el Católico daba por finalizada de manera oficial la II Guerra de Italia, reconociendo el primero la soberanía de Nápoles para el rey de Aragón. España, con esto, mejoraba la posición político-territorial en Europa asegurando sus fronteras en Italia y rivalizando con Francia el poder en esta zona.
En Garellano se ha visto que no hace falta dirigir un gran ejército sino combinar la infantería mediante la protección de los piqueros a los arcabuceros en una formación perfecta que puede responder en cualquier flanco.
Además, Garellano fue la última batalla que dirigió personalmente el Gran Capitán, como establece Van Den Brule (2019), sin embargo, la lección quedó aprendida y cualquier general español supo mantener el tercio como parte fundamental de la infantería en la guerra haciendo de España potencia hegemónica del mundo. La estrategia militar del Gran Capitán demostrada en el Garellano está considerada una de las maniobras envolventes mejores logradas en la historia pues supone un ejemplo preciso de cómo atacar y luego cubrir un solo flanco del enemigo[5].
Por último, decir que la victoria española facilitó a España la consolidación de Italia como parte de su imperio, un lugar estratégico para controlar Europa pues Italia era fundamental para la administración logística del imperio en Europa, quedando, de este modo, como potencia hegemónica y dejando a Francia acorralada por sus dominios. Además, con ello, se controlaba el Mediterráneo, fundamental para controlar el comercio y combatir la piratería morisca.
BIBLIOGRAFIA
CANALES, FRANCISCO M., Garellano 1503, Las guerras de Napoles II, “Guerreros y batallas nº 34”, Almena ediciones, 2007
MARTÍN GÓMEZ, ANTONIO L., El Gran Capitán. Las Campañas del Duque de Terranova y Santángelo, 2000
MARTÍNEZ CANALES, F., Garellano 1503, Las guerras de Nápoles, tomo II, (guerreros y batallas, nº 34), Almena, 2007
MARTINEZ LAINEZ, F., Pisando Fuerte, Los tercios de España y el Camino Español, Edaf, Madrid, 2012
SAEZ ABAD, R., España, el imperio donde no se pone el sol (1492-1898), Susaeta, Madrid, 2016
VAN DEN BRULE, A., Acero y Gloria, La esfera de los libros, Madrid, 2019
VAZQUEZ GARCIA, J.; MOLINA FRANCO, L., Grandes batallas españolas (Militaría), Tikal, Madrid, 2011
VILLEGAS GONZALEZ, A., Hierro y Plomo, cuentos de los Tercios
Viejos, glyphos, Valladolid, 2014
[1] VILLEGAS GONZALEZ, A., Hierro y Plomo, cuentos de los tercios viejos, glyphos, Valladolid, 2014, p. 27
[2] Op. Cit., pp. 27-28
[3] Op. Cit.
[4] Este episodio se conoce como la fuga de Seisa, una localidad cercana a Gaeta y a orillas del Garellano.
[5] Esta táctica será copiada por Erwin Rommel en la batalla de Gazala (21 de junio de 1942).
