-Álvaro González Díaz
Introducción
En 1704 una ordenanza decretaba el final del Tercio. La decadencia española en Europa acorde a su diezmado ejército y consecuentemente diezmado imperio trajo consigo un nuevo rey en España, de origen francés, que introdujo ciertas reformas administrativas al estilo Borbón.
El siglo XVII acababa de manera trágica para España que había perdido la guerra en Europa y su parte más codiciada, Flandes, en la que los españoles estuvieron presentes unos dos siglos. Además, España combatía contra todas las naciones europeas hallándose sola ante el mundo. Ingleses, franceses y holandeses se aprovecharon y quisieron su trozo del pastel, enfrentándose a España. Por otro lado, el último Austria, el rey Carlos II “el Hechizado” dejaba este mundo sin descendencia y con un testamento un poco ambiguo que provocó una guerra civil en España y una guerra europea por su corona.
En este sentido, hubo dos candidatos para la corona española en lo que se denominó como Guerra de Sucesión (1701-1714), por un lado Felipe de Anjou (Felipe V) de la casa Borbón y por el otro el Archiduque Carlos de Austria, emperador del Sacro Imperio Romano y Germánico (Carlos VI). Esto propició una guerra sin cuartel que dividió a Europa y España en dos bandos, el bando borbón apoyado sobre todo por Castilla y Francia y el bando austracista, apoyado por la Corona de Aragón –aunque no en su totalidad-, Inglaterra u Holanda entre otros.
La situación europea era caótica pues Francia e Inglaterra luchaban por la hegemonía y cuando Felipe de Anjou accede al trono proclamándose rey de España como Felipe V en seguida saltaron los enemigos de Francia haciendo lo mismo que este. Así, el Archiduque Carlos también reclamó sus derechos dando lugar a la guerra. En 1701 los austriacistas firmaron el Tratado de la Haya en el que se configuraban como alianza para contrarrestar la alianza franco-española ante lo que era ya una inminente guerra.
La guerra en Europa cambiaba y se modernizaba. El tercio será sustituido por el regimiento, al modo francés, en un afán por modernizar el ejército y adaptarlo a las nuevas necesidades del momento. En este aspecto, Felipe V en plena guerra de Sucesión, en 1704 reorganiza la administración militar, entre otras, con la consiguiente desaparición de la infantería más temida en el mundo moderno, los tercios españoles.
Antecedentes históricos
A pesar de que injustamente se ha bautizado como el final de los Tercios españoles la batalla de Rocroi en 1643 en la cual los tercios españoles perdieron dicha batalla, con honra e infligiendo el mismo número de bajas al enemigo, hay que decir que los Tercios todavía retumbarían en Europa hasta finales del siglo XVII. Por consiguiente, los españoles, según los historiadores, fueron más severamente castigados y sufrieron una mayor derrota en la Batalla de las Dunas en 1658. Esta batalla se dio en este lugar debido a que los españoles tenían cortado e inhabilitado el camino español por lo que tenían que buscar un camino alternativo y este fue vía marítima, una ratonera sin salida.
Si bien la Leyenda Negra nos persigue, nosotros también olvidamos nuestras hazañas. En este sentido, en 1656 los Tercios españoles se fueron del campo de batalla con su última victoria, y como no podía ser menos al enemigo francés. En 1656 en la ciudad de Valenciennes, durante los últimos años de la guerra franco-española, unos 20.000 soldados de los Tercios se enfrentaron a algo más de 25.000 soldados franceses infringiéndoles entre 2000 y 7000 bajas.
Todo ello tras los sucesivos Tratados en los que España salía derrotada política y territorialmente. Así, se observa la Paz de Westfalia en 1648 que ponía fin a la Guerra de los Treinta años y a la Guerra de los Ochenta Años respectivamente. Con ello, España pierde su hegemonía en Europa y reconoce la Independencia de Holanda. Además el Camino Español entre Italia y Bélgica quedaba incomunicado. Aparece, también el concepto de Soberanía Nacional que deja sentada las bases del Estado-Nación. Sin embargo, aquí no acababa todo pues Francia aprovechó la derrota española tras este tratado y comenzó a invadir sus territorios. Esto forzó la Paz de los Pirineos de 1659 en la que España perdía territorios del sur de Bélgica y del norte de España, territorios que pasan a formar parte de ingleses y franceses. Si bien aquí no acaba la cosa ya que España mantenía enfrentamientos con las demás potencias europeas. Poco a poco se desangraba y eso se manifestaba en sus escasos recursos económicos con los que era imposible mantener a sus ejércitos y sus territorios.
Ya con el reinado de Carlos II, el ultimo Austria, “el hechizado” España perdía lo poco que le quedaba en Flandes con la Paz de Aquisgrán de 1668. Francia salía victoriosa, a costa de España, en Europa afianzándose un nuevo orden político.
A pesar de todo, desde 1660 a 1700 los ejércitos de la Monarquía Hispánica –lejos de quedar obsoletos y ser ineficaces- gozaron de relativo éxito mientras oscilaban entre la adaptación a las transformaciones organizativas y la insuficiencia de hombres y dinero. Aun así, desempeñaron un papel importante en los conflictos de la Europa que comenzaba a mandar Luis XIV.
La desaparición de los Tercios como unidades hegemónicas de la Modernidad se debe, según Eduardo de Mesa (2019), a la revolución militar que comienza a ser patente en Europa. En este sentido, el autor remarca como una constante el incremento en la guerra de armas de fuego. Aumentó el uso de arcabuces y mosquetes con la necesidad de que los Tercios en combate tuvieran que adoptar una forma más alargada. Con ello, además, se adoptaron nuevos tipos de armamento como las bayonetas, que se distribuyeron a los arcabuceros y mosqueteros. También se desarrollaron las compañías de granaderos, fundamentales a la hora de atacar a las filas enemigas.
Muchos autores defienden que los tercios permanecieron inalterables debido a que eran unidades que se adaptaban a cualquier necesidad, siendo esto quizá un error en la época ya que la guerra cambiaba de rumbos con las nuevas técnicas e innovaciones armamentísticas, a pesar de que las unidades de los Tercios habían dominado los campos de batalla durante siglo y medio.
Aunque, si atendemos a la hipótesis de Antonio José Rodríguez (2019), se establece que los ejércitos españoles todavía recluidos en Flandes gozaron de gran fama debido a su potencial en la caballería, un signo más de fortaleza y respeto todavía en la II mitad del siglo XVII. Según el autor, tanto holandeses como ingleses elogiaban esta unidad. La organización de los tercios aparece tras Rocroi, pero sobre todo tras la derrota de Lens en 1648 -más grave que Rocroi-. Es a partir de este momento cuando comienza a desarrollarse la caballería moderna española profesionalizándose mejorándose su calidad.
En este aspecto, se puede datar la última victoria de los Tercios españoles, conocidos como tal, en la batalla de Saint-Denis dentro de la guerra de Holanda (1672-1678). Cuenta Alex Claramunt (2019) que debido a las diversas campañas adversas a las armas españolas que, a su vez, combatían encuadradas en una gran coalición internacional contra la Francia de Luis XIV, la Batalla de Saint-Denis fue el último episodio en el que las tropas españolas demostraron que todavía conservaban intacta su capacidad de combate. Esta batalla fue de gran envergadura, según el autor, y contribuyó a la Paz de Nimega en 1678, que puso fin a la guerra entre la Francia de Luis XIV y la coalición holandesa que a su vez estaba apoyada por España, el Imperio, Brandemburgo, el Palatinado y Lorena, entre otros. Las armas españolas fueron capaces, a pesar de su inferioridad, de medirse contra cualquier unidad francesa.
Sin embargo, como ya hemos mencionado, Carlos II tenía que hacer frente a muchos enemigos y disponía de pocos efectivos en comparación con las demás potencias. En este sentido, Antonio Espino (2019) establece que la Monarquía Hispania apenas contaba con una tercera parte de las fuerzas necesarias para desarrollar una defensa eficaz. Esto se debe en parte, como ya se ha visto, a que el camino español estaba dividido y era inaccesible por lo que la vía que suministraba a las tropas era insuficiente como también lo eran las armas, avituallamiento y demás que llegaban a los ejércitos españoles. La Monarquía Hispánica necesitaba más medios ya que, a pesar de que sus hombres eran excelentes soldados, los medios escaseaban (Esparza, 2017). Antonio Espino, nuevamente, plantea que la solución al problema pasaba necesariamente por una dinastía nueva, por un cambio en la monarquía. Y así fue.
Con el siglo XVII nuevas naciones se hacían más fuertes y copiaban el modelo de la Monarquía Hispánica, precisaban de la necesidad de ejércitos permanentes adaptados a los nuevos tiempos. Un hecho que España ya tenía, pero precisamente por ello los tercios quedaban obsoletos. En este sentido, según Esparza (op. cit.), establece que era el plano administrativo y su propia evolución histórica el que hizo obsoleto el sistema: los tercios nacieron como ejercito permanente de un Estado en unos tiempos en los que el resto de estados europeos mantenían fuertes huellas feudales. Es por ello que Francia, Holanda, Inglaterra o Suecia entre otros a medida que construyen su propio orden político precisan de una fuerza armada cada vez más estable.
Felipe V y el final de los tercios
Un 28 de septiembre de 1704 el rey Felipe V mediante Real Decreto establece el Regimiento como unidad básica militar en detrimento del Tercio, la unidad predominante en Europa la cual mantenía el imperio.
El tercio se basaba en el aprovechamiento completo de la infantería combinada con la protección de arcabuces y, en menor medida, de caballería. Fue la innovación del Gran Capitán e hizo que este ejército velara por el mantenimiento eficaz del Imperio durante dos siglos en Europa.
Al llegar el siglo XVIII, Felipe V trae consigo numerosas reformas administrativas, territoriales y político-económicas para España, introduciendo cambios al modo francés. Entre ellos, y por real decreto, en el aspecto militar, en 1704 el Tercio pasa a ser Regimiento debido a una “necesaria” renovación militar del Ejército Español. El antecedente se encuentra en las Ordenanzas de Flandes que datan del 18 de Diciembre de 1701 al 10 de Abril de 1702. Estas ordenanzas desembocan enteramente en la Ordenanza del 28 de Septiembre de 1704 que culmina en la reorganización militar del ejército.
El efecto que se pretendía era crear un ejército moderno con una administración militar antes inexistente pero que pretendía adaptarse a los nuevos tiempos que corrieran en Europa. El resultado fue cualitativo en cuanto que el ejército de “las naciones” que englobaba a flamencos, germanos, italianos, españoles…, ahora ya era un ejército moderno que englobaría a españoles que daría un aire nuevo a la vieja tradición castrense española. Sin embargo, este afrancesamiento del ejercito fue más orgánico que otra cosa ya que sirvió meramente para organizar un ejército casi inexistente ya a estas alturas pero pretendiendo no borrar la esencia militar española, gestada sin descanso desde el siglo XV.
El regimiento, según Esparza (op.cit.), ya no es una unidad administrativa, sino orgánica y táctica, mandada por un coronel y compuesta por soldados de una misma arma. En este sentido, como ya se ha visto, la reforma borbónica coincide con la desaparición del dominio español en Europa, pero, a pesar de ello, la “ética” de la infantería española siguió viva. En este sentido, como se sabe, la nueva infantería española obtendrá grandes victorias manteniendo el espíritu de los tercios. Ejemplos de ello serán las victorias de Blas de Lezo en Cartagena de Indias, la campaña de Bernardo de Gálvez en la Florida, los episodios de la Guerra de Independencia española, la Carga del Regimiento de Alcántara en Annual o la Batalla de Krasny Bor (Esparza, op. cit.). En duras condiciones, con pocos efectivos frente a muchos y sobre todo sin rendirse, de igual manera que los tercios hicieran en su época.
La Cruz de Borgoña permaneció usándose en las unidades militares, pues así lo establecía el Real Decreto, entre otras cosas. Aunque Esparza, nuevamente, establece que lo que prevaleció de los Tercios será ese sentido del honor, el sentido humano, deber y sacrificio.
En este sentido, en 1704 el rey Felipe V establece que el sistema militar hispánico pasase a ser un calco del francés, es decir, ratificó la orden para que los tercios se reorganizaran en regimientos (Eduardo de Mesa, Op. Cit.). Sin embargo, no hay univocidad entre los historiadores a la hora de establecer las razones para este cambio ya que se establece la reducción de costes que suponía el mantenimiento de los Tercios, por un lado, contar con un número de oficiales más acorde con las necesidades del momento, por otro, u obtener una estructura más acorde al ámbito militar del siglo XVIII, entre otras razones (op. cit.). También, y continuando con la teoría de Eduardo de Mesa, se observan pasiones personales a la hora de reemplazar a los tercios. Así, una teoría alternativa a las razones anteriores bien podría ser el odio francés hacia lo que el autor considera la “espina dorsal” del poderío militar de los Habsburgo de Madrid. Esta espina dorsal eran los tercios y más de una vez habían puesto en jaque a los franceses demostrando su adaptabilidad y resistencia en el campo de batalla, a pesar de sufrir alguna derrota también. Es decir, los tercios habían sido el enemigo de la casa borbón desde finales del siglo XVI.
Concepción de Castro (2013) establece que si bien las reformas borbónicas eran necesarias para modernizar la administración en todos los ámbitos, la reforma de 1704 pone de manifiesto la necesidad de reforzar el ejército ya que España ahora debía tener un ejército nacional. En este sentido hace hincapié en la figura del Marqués de Canales, que aunque cayó en poco tiempo fue importantísimo sobre todo a la hora de tomar decisiones como la referente a la reforma militar que además coincidió en plena guerra de sucesión. En este sentido, la reforma de 1704 establecía la regulación de sueldos de soldados y oficiales así como la creación de una milicia voluntaria que, sobre todo, estuviera al servicio de España para problemas exteriores, con el fin de regular los reclutamientos. Sin embargo la medida de las milicias cayó con el tiempo y supuso un fracaso, pero se intentó mantener la tradición anterior en la que los oficiales cargarían con los gastos de uniformes y armamento de sus tropas. Sin embargo, Canales sí que acertó a la hora de implantar la formación de los oficiales que desembocaría en la futura creación de academias, apareciendo con ello la figura del cadete.
Conclusiones
La reforma administrativa y militar de 1704 pone de manifiesto que España ya no podía competir en Europa contra las demás potencias debido a la falta de recursos, las múltiples guerras en las que estaba y la falta de hombres, además de que su vía principal –el camino español- estaba invadida por sus enemigos y no podía suministrar ni avituallar a sus ejércitos.
Felipe V en su afán por modernizar España copiando las reformas del sistema francés intentó mantener cierta autonomía en los ejércitos adaptándolos a los nuevos tiempos. Si bien los tercios desaparecieron y se convirtieron en regimientos, el rey en la medida de lo posible intentó mantener la ética de la infantería española. El problema, como se ha visto, no provenía de los tercios, que incluso entre 1672-1678 obtuvieron otra victoria en Europa –la última-, sino más bien de los múltiples problemas de recursos por los que atravesaba España.
Según los borbones, la eliminación de los tercios era tarea necesaria como también lo fue la reorganización de España, la cual se desangraba interior y exteriormente. Atrás quedaban ya aquellos hombres que tantas veces pusieron en jaque a Francia, Inglaterra, Holanda, Portugal, Turquía… y a quien se pusiera por medio. Su honra nunca estuvo en duda ni su valentía tampoco.
La guerra en Europa se modernizaba y la táctica de los tercios se quedaba obsoleta ya que se requería mas armas de fuego, una guerra más rápida y no tan estática. Aunque se les dotó de armas muchas veces estas no eran suficientes o sus hombres eran escasos. Con la nueva organización militar, España tenía un ejército nacional dividido y especializado en ramas, no plurinacional como eran los ejércitos imperiales. En este sentido se pretendía, según los autores, la creación de un ejército permanente y profesional. Pero como se ha visto, los tercios eran los ejércitos más profesionales de la Edad Moderna que dejaron el pabellón español en lo más alto de la cima más alta del arte de la guerra.
El legado de los tercios se mantuvo en el ámbito militar del nuevo orden europeo tanto en sus banderas como en su mentalidad, como era la de no rendirse y tener valor y honor frente a los enemigos, que pocas veces cambió con respecto a los anteriores.
Desde 1534, cuando Carlos V crea el Tercio Viejo de Lombardía, o, precisando, desde 1536 –cuando se establecen las ordenanzas de Génova- que se crean los Tercios hasta 1704 cuando desaparecen estas unidades Europa fue española. Durante este tiempo los tercios españoles fueron las unidades de elite que velaron por el Sacro Imperio y por el Imperio Español así como por la Cristiandad. Todos los soldados que combatían junto a estos hombres españoles sabían que estaban bien protegidos y, sin embargo, ocurría lo contrario para el enemigo del imperio o de España que sabía que los tercios españoles morían matando, sabían también que por cada soldado español caían unos 10 enemigos. Tranquilas quedaban las potencias europeas en 1704 al saber que ya no oirían hablar más de estas unidades sin saber, u olvidando, que la esencia de los tercios perdurará para siempre en las unidades militares españolas logrando importantísimas victorias en muchas batallas. Ya que, parafraseando a Calderón, la milicia no es otra cosa que una religión de hombres honrados (Esparza, 2017)
Bibliografía
DE CASTRO, C., A la sombra de Felipe V, Marcial Pons, 2013, España
ESPARZA, JOSE J., Tercios, la esfera de los libros, 2017, Madrid
VV.AA., Los tercios (VI), 1660-1704, Desperta Ferro, nº especial 19, 2019, Madrid
